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La Presidencia litiga

Miguel Ángel Granados Chapa

Algo funciona mal en una sociedad cuando los medios de información tienen que ocuparse de los medios de información en vez de poner su interés, de concentrar su energía y dedicar su atención a los fenómenos de la profundidad social, los que conciernen a los ciudadanos porque determinan la calidad de su vida y aun su preservación.

Algo funciona mal cuando a la información sobre Oaxaca ofrecida por Reforma responde el Gobierno de esa entidad con mentiras profusamente difundidas en inserciones pagadas en la prensa de la capital de la República.

Algo funciona mal cuando un diario de aquella entidad sufre hostigamiento gubernamental -invasión de una de sus instalaciones por autoridades municipales priistas; homicidio cometido en ese lugar durante la ocupación, sin que se investigue el crimen; amago de huelga por un organismo de representación espuria.

Algo funciona mal cuando los asesinatos de periodistas y la desaparición de uno hace más de dos meses no genera la acción eficaz de las procuradurías encargadas de identificar y detener a los responsables de esos delitos.

Algo funciona mal cuando el presidente de la República se confiesa parte de un litigio de apariencia civil, promovido por una ciudadana común y corriente y difama y calumnia a una periodista y al semanario de mayor circulación en la República, con más de 28 años de presencia en la sociedad mexicana, que le ha manifestado de muchos modos su adhesión, sobre todo con la lectura, el premio esperado por todo medio impreso de comunicación.

El presidente Fox despotricó contra Olga Wornat y la revista Proceso, el viernes pasado. Es uno más de los despropósitos de que es fecundo emisor. Más de una vez me ha ocurrido demandar que alguien con capacidad para hacerlo advierta al presidente sobre los riesgos, los inconvenientes de la improvisación.

Alguien debería recomendarle, he pensado, que se limite a la lectura de los discursos o las notas preparados por sus redactores, en vez de expresar sus ocurrencias. Pero la frecuencia con que Fox habla por sí, sin mediaciones, está resultando conveniente, para conocerlo mejor, para pasar por alto las expresiones convencionales que preparan sus colaboradores para que las pronuncie.

Cuando el presidente deja fluir desde la hondura de su ser su concepción sobre el valor de la piel y en consecuencia el de las personas, cuando muestra que le da lo mismo que en Ciudad Juárez haya habido 300 o 400 mujeres ultrajadas y asesinadas, está manifestando su verdadero sentir y más vale que lo conozcamos y nos atengamos a él, en vez de dejarnos engatusar por sus declaradas preferencias por el humanismo político, una manera de pensar que, sin tarjetas de sus asesores, tendría dificultad en explicar y situar en el universo de las concepciones políticas.

El presidente dejó fluir su irritación contra las personas, física y moral, contra las que litiga su esposa, en demanda de reparación por daño moral. Lo hizo el mismo día en que, como se suponía, la audiencia de conciliación prevista por la Ley en esos casos, se desahogaba sin efecto alguno. No asistieron al trámite la demandante ni la demandada, sino sus abogados. Ese mismo día, sin embargo, quedó en claro que el proceso civil es irregular porque no se finca en el principio de igualdad de las partes.

Una de ellas, la actora, es la Presidencia de la República, es la primera dama. La señora Marta Sahagún Jiménez había pretendido que ella, con sus nombres de soltera, iniciaba la acción contra Olga Wornat y Proceso. Nadie lo creyó, entre otros indicios de falsía, porque desde la oficina de la primera dama se dio aviso del comienzo del proceso y desde allí se notificó una información judicial, sobre las restricciones a la periodista argentina respecto de su libertad de tránsito. Pero ahora la mitad de la parte actora, la mitad masculina de la pareja presidencial, desembozó la acción de poder de que se trata. Es la Presidencia la que tuvo el valor -¡vaya hazaña acusar en los tribunales desde la cúspide del poder!-, la que se fajó las faldas para intentar inhibir, con la apariencia de legalidad, la actividad informativa.

El presidente se erigió en certificador de la calidad profesional. Mostró que se considera en aptitud de conceder títulos. Olga Wornat es una “seudoperiodista”. Proceso es ejemplo de prensa que “calumnia y engaña”. Al denostar así a la contraparte del litigio que la Presidencia ha iniciado contra esa periodista y ese semanario, Fox no sólo manifiesta la intolerancia de su Gobierno, sino que se coloca él mismo en posición de ser llevado a los tribunales.

Si Olga Wornat y Proceso se colocaran en la misma posición de sus demandantes, podrían denunciar a Fox por difamación y podrían demandar reparación del daño moral que su denotación les cause. La periodista argentina será directora de la revista Poder, en que se publicaban regularmente sus colaboraciones cuando se editaba en Miami. Ahora Poder se editará en México, pues Televisa la ha adquirido. Al contratarla, ese consorcio tuvo presente su prestigio profesional, que la Presidencia pone en entredicho y pretende minar.

Bastaría por otra parte que un solo suscriptor cancelara su contrato con Proceso, persuadido por las palabras presidenciales de que esa revista calumnia y engaña, para que se configurara el daño moral. Éste sólo existe cuando lo genera un hecho ilícito, como lo es el uso de recursos públicos y de la investidura presidencial para iniciar un proceso político con apariencia civil.

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