Todo esto recuerda aquellas películas de la época de La Prohibición en la que hermosas rubias aceptaban el sexo nervioso de Los Corleone y los Capone a cambio de joyas y pieles.
La mejor batalla es la que no se tiene que librar. Sun Tzu
?Yahvé prohibió comer la manzana y entonces la serpiente se aprovechó. Si Dios hubiera prohibido comer la serpiente, esa misma noche Adán se la hubiera cenado y la especie humana se habría salvado de la tentación permanente del demonio?, reflexiona con humor Fernando Sabater.
Todo lo que se prohíbe se convierte en una obsesión y solamente la lúcida medida de Franklin D. Roosevelt, de ?abolir la prohibición? constitucional al consumo de bebidas alcohólicas, logró poner fin a una guerra en la cual se involucraban bandas tan peligrosas como las que hoy controlan a sangre y fuego el mercado mexicano de la droga.
La Ley de la oferta y la demanda es demasiado poderosa para anularla con acciones policíacas. La batalla está perdida y así lo han comprendido los países que legalizando el uso de la droga han quitado el poder al narcotráfico y hoy pueden destinar sus recursos a la formación y educación de ciudadanos responsables.
La verdad es que no hay razón para seguir costeando una guerra que no hace otra cosa que promover la difusión y encarecer el mercado.
Ha llegado el momento de aceptar que estamos contra la pared. Todavía no transcurre enero y ya llevamos 29 ejecuciones de las cuales, por el modus operandi y los cuantiosos recursos que han puesto en juego, pueden considerarse relacionadas con el narcopoder.
Siempre lo he dicho, cuando las cosas van mal aún pueden empeorar. Hace algunos días, los diarios capitalinos publicaron la fotografía de un grupo de mujeres que ocultas tras sus anteojos oscuros, enjoyadas y empieladas al último grito de la narcomoda y lideradas por el abogado Leonardo Oseguera Jiménez -quien dos días después aparecería acribillado a balazos- protestaron a las puertas de penal de Almoloya para exigir ¡así como lo oyen! exigir un trato amable y considerado para sus narcomaridos.
Todo esto recuerda aquellas películas de la época de La Prohibición en la que hermosas rubias aceptaban el sexo nervioso de Los Corleone y los Capone a cambio de joyas y pieles.
No sé si sirva de algo pero me niego a que mis impuestos se sigan malgastando en una guerra perdida. Propongo que o se legaliza el uso de la droga y utilizamos esos recursos para crear conciencia y educar o nos encerramos todos en cárceles de alta seguridad y dejamos a los narcotraficantes afuera para que se maten a gusto.
Conste que la idea está cruda pero se puede cocinar. ¡Caray! Soy una burra desorejada, en mi nota anterior mencioné al príncipe William cuando el que se disfrazó de nazi fue Harry.
Avergonzada pido una disculpa y por favor ya no me sigan apedreando a puro mailazo. adelace@avantel.net