Otro aspecto de don Jorge, representado magníficamente en esa obra escultórica que engalana desde hace meses esa su queridísima Plaza de San José en el centro de Guadalajara y resguardada por los edificios de la propia Fundación Álvarez del Castillo y del Museo del Periodista, es la de ser un lector contumaz.
Don Jorge Álvarez del Castillo, fallecido el pasado lunes seis fue el director editor de El Informador de Guadalajara desde 1966: en dicho diario trabajó 75 de sus 88 fecundos años, por lo que se pueden decir infinidad de cosas que la limitación de estas líneas nos dificultan hacerlo con la certeza requerida.
Por ello habrá que limitar el comentario a unos cuantos de sus múltiples atributos como persona y como líder de un gran diario que bajo su dirección se consolidó y se convirtió en referente necesario para escribir la historia reciente de Guadalajara, de Jalisco, de México y del mundo en general.
Cómo disfrutaba don Jorge acompañar a sus invitados por los amplios salones de la Fundación Jesús Álvarez del Castillo, mostrándoles y comentándoles esas primeras planas de El Informador en las cuales literalmente se ha escrito la historia del siglo XX con todas sus espeluznantes guerras, totalitarismos, genocidios y atrocidades, que tuvieron que ser reseñadas en las páginas del diario; pero también con las luces magníficas surgidas de la mano de la acción constructiva del ser humano, que él desde su sabia dirección editorial prefirió potenciar en toda su dimensión en las páginas de este diario independiente, para de esa manera contribuir positivamente en una sociedad ya de por sí agobiada por tantas malas noticias que surgen en el entorno.
Don Jorge fue pues fiel a ese lema personal que supo infundir en El Informador: la responsabilidad de informar con veracidad; pero procuró informar positivamente viendo el vaso medio lleno en vez de verlo medio vacío tal y como se plantea en múltiples medios informativos que han dejado de ser críticos para ser simplemente criticistas, cuasineuróticos y pesimistas.
Otro aspecto de don Jorge, representado magníficamente en esa obra escultórica que engalana desde hace meses esa su queridísima Plaza de San José en el centro de Guadalajara y resguardada por los edificios de la propia Fundación Álvarez del Castillo y del Museo del Periodista, es la de ser un lector contumaz.
Con ello supo conjuntar su afán por la modernización técnica continua del diario al que le entregó toda su vida con ese otro de la lectura sosegada y profunda a la que le dedicó su esfuerzo económico y su pasión de bibliófilo y que le llevó a tener una de las bibliotecas más cuidadas en su integración, de toda la República Mexicana.
En ese sentido una de sus últimas grandes aventuras fue la de fomentar la lectura de periódicos y libros entre niños y jóvenes, llevándoles hasta sus aulas bibliotecas y centros de lectura comunitarias. Su pasión por la veracidad y su gusto por la cultura, lo llevaron directamente a otro de sus grandes atributos personales: el cultivo de la auténtica amistad.
Don Jorge supo ser amigo de la verdad y al mismo tiempo amigo de sus amigos, porque entre otras cosas actúo siempre con ellos llevado de esa máxima de la verdad.