Tras años de lucha, los hacendados preservaron el poder a punta de bala.
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TUXTLA GUTIÉRREZ, CHIAPAS.- Aunque lejos de los escenarios principales de la Revolución de 1910, Chiapas resintió algunos de sus efectos que en esta entidad derivaron en resultados finalmente opuestos a los que este movimiento legó al resto del país.
Previo al aniversario 95 de la Revolución Mexicana, el jefe del Departamento del Archivo General del Estado, José Luis Castro Aguilar, recordó que en la entidad, un grupo de terratenientes y el alto Clero de los Altos sacó provecho de ese movimiento.
Ello, para intentar rescatar la hegemonía que les había sido arrebatada por los terratenientes del entonces Departamento de Tuxtla.
Así, esa alianza, al enterarse del movimiento revolucionario, dirigió sus baterías en contra de la facción liberal-terrateniente de Tuxtla, oportunidad esperada durante casi 20 años para rescatar el poder político que les habían arrebatado en 1892.
De acuerdo con el investigador, el primer pronunciamiento de rebelión ocurrió el tres de julio de 1911 por parte de los sacristobaleses, de esa zona alteña, a manera de inconformidad por el nombramiento de Reynaldo Gordillo de León, como gobernador interino.
Gordillo de León, explicó, no garantizaba los intereses de los terratenientes de la zona Altos, pero sí el de un grupo formado a la sombra de Porfirio Díaz y de Emilio Rabasa, cabeza de un grupo que gobernó Chiapas desde 1892 y cuyo periodo se extendió ese año pese a la renuncia forzada al Ejecutivo de su hermano Ramón.
Añadió que en Chiapas, la Revolución agraria incluyó la movilización de algunos sectores como los campesinos que participaron activamente contra el porfiriato y el sistema que representaba en el aislado agro chiapaneco.
Era también para esos chiapanecos de las zonas montañosas, la oportunidad de vengarse de los viejos tiranos que les habían retirado el apoyo incondicional para dárselo a los terratenientes de tierra caliente.
Por tal motivo, se empezó a incitar a los indígenas para levantarse en armas en contra del ?rabasismo?, movimiento representante en Chiapas del novel grupo de poderosos terratenientes y de la dictadura de Porfirio Díaz.
De acuerdo con el investigador Castro Aguilar, fuera ya del Gobierno Emilio Rabasa y Porfirio Díaz, se inició una lucha por el poder político entre las Fuerzas conservadoras de los Altos de Chiapas y los terratenientes liberales del Valle de los Corzo, Frailesca, Jiquipilas y Tuxtla.
La lucha armada entre ambos bandos fue por el deseo de detentar el poder político dejado por los Rabasa. Los primeros luchaban por el poder que habían perdido casi 20 años atrás, y los segundos, por conservarlo.
Los terratenientes alteños basaban su poder en la servidumbre y control mercantil de las comunidades aldeanas de indios tzotziles y tzeltales, cuyo poder databa desde la época colonial, lo que no pudo ser destruido, ni siquiera modificado por la Independencia.
Sus contrapartes, en tanto, lo basaban en las jugosas ganancias que obtenían de la explotación de ganado, así como de lo que les redituaban los productos agrícolas.
Según el entrevistado, el segundo pronunciamiento bélico fue el 14 de septiembre del mismo año, debido a que los tuxtlecos obtuvieron mayoría en el congreso local.
?El mal está en Tuxtla, en el medio en que residen los poderes, afirmaban los sublevados, y es necesario sacarlos de la capital para dar orientación a la política, esta es la demanda, la legítima aspiración de todo Chiapas?.