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La Selección Técnica/Diálogo

Yamil Darwich

Hoy en día, vivimos un mundo sobrecargado de ideas, hipótesis y teorías de prácticamente todos los temas que interesan a los seres humanos; incluyendo las creencias religiosas, los principios de convivencia social, las bases de política mundial, las económicas y hasta lo más fundamental: nuestro origen y destino.

Este es un buen tiempo –casi fin de año 2005– para seguir reflexionando sobre quiénes somos y cuál es nuestro futuro. Lo invito a que sigamos dialogando.

Hasta hace muy poco tiempo, no más de 100 años, la idea del mundo y del universo se basaba en la simple Teoría Creacionista: Dios –el que usted quiera; Alá o Yavé,... o algún otro– por su omnipotencia y libre voluntad había creado al universo, incluida una cascarita de tierra con mucho agua: nuestro planeta.

Charles Darwin publicó “El Origen de las Especies” en 1859, y generó una verdadera conmoción del mundo, misma que no ha terminado, por el contrario, se ha magnificado y dígame si no es así, sólo en el pasado siglo le brotaron varios opositores con teorías propias, igualmente razonadas, entre ellas el “Finalismo o Evolucionismo Teísta”, que trata de hacer concordar al génesis cristiano con la propia “Teoría de la Evolución”; los seguidores del “Neolamarckismo”, que insisten en la idea de que el aprendizaje de los seres vivos deja una herencia genética, transmitida a los embriones producidos por sus propios genes; las “Teorías Mutacionales”, apoyan los cambios bruscos de los genes, “saltos en la evolución”, provocadores de las modificaciones en los nuevos seres; el “Finalismo”, defiende la idea de la creación del universo guiada por Dios; o la “Ontogenia”, insiste en la propuesta de la propia fuerza genética se impone a la naturaleza para mejorar la especie.

Si me pregunta, le digo con mi corto criterio: me parece que la ciencia tamizada por la “Teoría Creacionista”, ofrece explicaciones de mayor posibilidad para continuar explorando el origen de la vida en el universo.

Igual sucede con otras explicaciones que pretendemos dar a las cosas sucedidas en la vida; por ejemplo, cada día aparecen nuevas propuestas de interpretación a la forma de vivir cristiana y la misma Iglesia Católica abre al diálogo sobre diferentes temas, aunque aún se mantenga hermética en algunos como la defensa de la vida, sacerdocio de mujeres o homosexualidad.

La convivencia social y el orden político también cambiaron, aunque aún existan animales poco racionales que insistan en manejar el instinto para defender posturas tales como racismo, radicalismo religioso o la xenofobia.

De la visión económica ya está usted sobresaturado de información; en pocas palabras, los modelos se muestran insuficientes para la distribución de la riqueza mundial y lo más grave, generan profunda inconformidad global y local con el recrudecimiento de las expresiones de violencia, sea por la Fuerza militar organizada de países poderosos, o respuesta guerrillera y terrorista de quienes se sienten ofendidos.

Hace muy poco tiempo, no más de 30 años, todos aceptábamos como medianamente razonable que descendíamos de un ancestro común: el Australopithecus Afarensis –como 3.5 millones de años atrás–. Hoy, los paleontólogos, antropólogos y demás estudiosos, no se ponen de acuerdo en el tema; el problema va mayor, ni siquiera tienen criterios uniformes en las medidas de los tiempos y dan márgenes tan amplios como 7.5 millones de años contra sólo centenas de años, en relación a la aparición del primer ser humano y los creacionistas, se niegan a dialogar otras posibilidades diferentes a la aparición “instantánea” del hombre sobre la faz de la Tierra. Le ofrezco un dato para impulso a los enemigos del racismo: están más o menos conformes en que procedemos de un individuo común, seguramente fue negro; ¿Adán, o ¿Lucy?

Con tanta confusión en los temas de importancia que nos conciernen, no es de extrañar el desacuerdo en lo que pudiera ser el nuevo orden y enfrentemos graves conflictos en el intento de lograrlo. La globalización tampoco resulto efectiva, al menos en términos de bien común y las soluciones ofrecidas, hasta ahora son insuficientes, principalmente en temas de alimentación, salud, educación y vivienda.

En medio de este aparente “caos organizado”, aparecen nuevas reflexiones sobre nuestro destino, afirman: “lo que nos ha convertido en humanos evolucionados es la tecnología –desde el descubrimiento del uso de las piedras y el fuego hasta la biotecnología genómica– a la que estamos permanentemente sometidos, no sólo a la ‘Selección Natural’” –principio biológico para explicar la persistencia de las especies–.

La “Selección Técnica”, se refiere a aquello relativo al potencial de desarrollar materiales, herramientas y equipos para generarnos bienestar, confort, salud, prolongación de vida y persistencia de nuestros genes –por encima de otros de la misma especie– sobre la faz de la Tierra.

Un pensador, J. Carbonell participó en una extensa discusión sobre nuestros orígenes y destino, declaró en una mesa redonda una idea incendiaria: “los humanos no nos diferenciamos por como somos, si no por lo que hacemos... aunque la selección natural ha terminado –se refiere al Homo Sapiens– la selección técnica continúa. El final llegará el día que se termine la diversidad cultural. Será el comienzo de una nueva era en la que habrá una ‘conciencia neuronal’ en la Tierra. Pero antes debe producirse una gran catarsis, o en términos cristianos, una purificación. Esta catarsis puede ser proporcionada por el proceso de globalización”.

Ante tal declaración, nos queda la necesidad de hacer la reflexión: ¿es la globalización el principio del fin?, o por el contrario ¿es el fin del desorden para construir un nuevo orden social?

También debo aclararle que ha aparecido la postura de la sociobiología, o “Darwinismo Social”, que une el concepto de la selección natural de Darwin con relación al distinto desarrollo de unos y otros pueblos; dice que: “sólo los más capaces sobreviven –al menos con su propia cultura– y serían los más adaptados”. ¿Se referirán a los ricos en relación a los pobres?

Lo dejo a usted con sus propios pensamientos, yo creo firmemente en el ser humano y su destino superior, aunque en lo individual haya que pagar precios históricos altos, quizá pensando como extremista, hasta llegar al punto de tener que liquidar el costo en términos de vidas, pero con el ideal de alcanzar un fin superior como especie. ¿Qué piensa?

Lo cierto es que en unos días daremos otro “pase” al almanaque e iniciaremos un nuevo ciclo de 365 días, con las mismas discusiones, esperando encontrar nuevos puntos de acuerdo para la concordia; con renovadas esperanzas y que seamos capaces de cambiar al mundo y hacerlo más justo, verdaderamente equitativo, realmente habitable; más de nosotros, todos los seres humanos. Le deseo lo mejor para usted y toda su familia y le agradezco haber participado todo este tiempo en el “Diálogo”.

ydarwich@ual.mx

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