Cada fin de año voy a la Catedral con mi familia para dar gracias a Dios por todas las bendiciones recibidas. Mañana 31 de diciembre cumpliré fervoroso esta tradición y mostraré mi gratitud por el amor de mi esposa; por el regalo que mis hijos me dan cuando sonríen y cuando lloran; por mis padres y por mis hermanos. Daré gracias también por tener salud, amigos y un trabajo. Muchas cosas le agradeceré a Dios, y aunque parezca increíble, daré las gracias también por el cambio de Legislatura en el Congreso del Estado.
Dentro de un par de días, los actuales diputados locales se convertirán en simples mortales carentes de todo poder. Sinceramente no me gustaría estar en sus zapatos. Caminar por las calles debe ser difícil para ellos, pues no faltará quien los señale por su vergonzosa decisión de exprimir al máximo el presupuesto para su propio beneficio.
Según he aprendido, cuando un servidor asume su cargo tiene la firme intención de pasar a la historia por las obras emprendidas. Los diputados de la actual Legislatura tienen un lugar reservado en la historia de Coahuila, de eso no cabe duda. Su humildad merece especial reconocimiento, pues en lugar de hacer su propia voluntad o de representar los intereses del pueblo, agacharon la testa y cumplieron serviles todos los deseos del ex gobernador Enrique Martínez. Debe reconocerse también su capacidad para ahorrar, pues sin haber echado un solo centavo al cochinito, se regalaron 100 mil pesos disfrazados con el falso nombre de “ahorro”.
Cuando era adolescente, leí el Nuevo Tesoro de la Juventud. En él aprendí que las criaturas más voraces de la Tierra son el fiero jaguar, el impresionante oso gris y el temible tiburón blanco. Ignoro si actualmente se prepare una nueva edición de tales libros enciclopédicos. En caso de ser así, deberían incluir entre esas especies a los diputados coahuilenses. Cual si fueran fieras hambrientas, esta manada de 35 “representantes populares” devoró insaciablemente los recursos públicos.
Aunque usted no lo crea, durante 2005 los legisladores locales acumularon ingresos por más de un millón y medio de pesos, es decir, casi 140 mil pesos mensuales. Ni siquiera el gobernador del Estado, o el mismo presidente de la República, tienen ingresos similares. Por si fuera poco, algunos diputados recibieron regalitos especiales que garantizarán su futura subsistencia, como un fiat notarial o cargos importantes en la Administración estatal.
Muy pocas buenas noticias recibimos del trabajo de nuestros diputados. La que más alegría despertó quizá, fue la de su inevitable salida del Congreso del Estado. Me tranquiliza el despertar ciudadano, que en las voces de algunos líderes se manifestó el enojo por el descaro de estos supuestos representantes nuestros. Aunque ahora de nada sirvieron los reclamos, estoy seguro que los futuros legisladores tendrán más temor de adjudicarse premios inmerecidos.
Siento alivio por la próxima salida de los diputados, pero me preocupa el saber que la próxima Legislatura será liderada por una persona muy dada a las costumbres históricas. Si Horacio del Bosque actúa como lo ha hecho en otras ocasiones, puede tomarse como un hecho la permanencia de bonos especiales.
Como borrachos de cantina, los diputados dijeron “la última y nos vamos”. ¿Cuándo llegará el día en que los ciudadanos podamos impedir que continúe esta malsana voracidad de nuestros funcionarios públicos?
javier_fuentes@hotmail.com