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La venganza de las moléculas/Diálogo

Yamil Darwich

En la última semana de diciembre del año anterior, me contactó el ingeniero químico, Rodolfo Ríos, lagunero que se mostraba muy preocupado por la información que había recolectado: se refería a la dioxina, tóxico que se puso en la boca de muchos al ser utilizado para tratar de envenenar al ahora electo presidente de Ucrania, Víctor Yúschenko y que sirvió para que la comunidad mundial retomara el tema de las moléculas sintéticas tóxicas.

Las dioxinas son definidas como esteres cíclicos de elevada toxicidad; producen en la piel una enfermedad parecida al acné (cloracné) que deja lesiones permanentes, cáncer, altera la reproducción en los animales, deprime el sistema inmunológico, son embriotóxicos y teratogénicos, particularmente en niños por ingerir leches maternas e industrializadas contaminadas.

La dioxina penetra al organismo al ser depositada en los alimentos y al estar suspendida en el ambiente. La Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, considera que la exposición ocurre a través de la dieta, alrededor del 92 por ciento por las grasas animales y otra pequeña cantidad a través del aire que respiramos y/o por el agua contaminada.

La producen las industrias de blanqueo de pulpas de madera y papel, de cemento, crematorios de todo tipo, fundiciones, calderas industriales, combustión de gasolinas y diesel, generadores eléctricos, procesos de elaboración de materiales eléctricos, combustión de carbón mineral, refinerías de petróleo, quema de aceites de cocina, producción de plomo, cobre y aluminio y por la incineración o maquila de plásticos y llantas. La basura doméstica libera dioxina al quemarse. ¿Ahora comprende el porqué de la preocupación del ingeniero Ríos?

En EUA, la cantidad de uno al millar de partículas es considerada tóxica y para 1995, lograron disminuirla en un 75 por ciento, exigiendo normas industriales de estricto control de las emisiones de gases y la eliminación de residuos tóxicos.

Mohamed Larbi Bouguerra, catedrático de la Universidad de Túnez y de la Francófona de Alejandría, experto de la OMS, narra la historia de Medardo Varela, asesinado el diez de mayo de 1998: era dirigente de obreros hondureños que trabajaban en las plantas bananeras, había organizado un bloqueo a la exportación hasta conseguir indemnización para 5,000 de ellos, estériles por manipular sin la adecuada protección una nematocida conocida como DBCP. Esta sustancia ha sido prohibida en Estados Unidos desde 1979, pero no existe ninguna Ley en ese país que impida su exportación, ejemplo de la criticada doble moral, que llevó al especialista en cáncer Richard Lewontin, de Harvard, en el año 2000 a declarar: “...mientras la gente sea prisionera de las necesidades económicas y las regulaciones del Estado sean un engranaje para producir y consumir, un contaminante va a reemplazar a otro”.

El Chemical Abstract, de la Sociedad Americana de Química, registra todas las sustancias que son utilizadas para incrementar la productividad alimenticia mundial y para 1998, tenía a 18 millones inscritas. Desgraciadamente, no todas son analizadas en sus efectos indeseables. Hoy sabemos que muchos insecticidas organoclorados persisten en la atmósfera y en el agua, creando un efecto que los especialistas denominan “persistente”; la Agencia de Protección del Medio Ambiente de E.U.A., dice que casi el 93 por ciento de los productos químicos comercializados no están sometidos a ningún tipo de control, aunque los fabricantes tienen la obligación de proporcionar información. Para nuestro caso, las direcciones municipales, estatales y federales se mantienen al margen.

Investigadores médicos sospechan fuertemente que algunos cánceres de testículos malformación de vías urinarias, disminución de la calidad del esperma humano, así como alteraciones de las glándulas mamarias, están estrechamente relacionados con la contaminación por estas sustancias. Le escribo todo esto porque existen informes regionales, que por sí mismos, denuncian graves negligencias cometidas a través del tiempo.

Para 1966, investigadores universitarios estudiaron la leche sin pasteurizar, carne y huevos, encontrando residuos de antibióticos, que según la publicación hecha en “Bioquímica” Vol. 21 No. 3-84-116 de la Facultad de Medicina de la U.A.C, denuncia que: “La presencia de antimicrobianos en los alimentos de consumo humano generalmente está asociada a un deficiente manejo de los mismos y la salud de los individuos expuestos pudiera verse afectada, ya que se sabe que algunos antibióticos son inductores de fenómenos alérgicos y/o inducen resistencia bacteriana, con gérmenes potencialmente patógenos”. Los índices de alergias en La Laguna son altos y las infecciones de difícil tratamiento no son raras.

Desde 1978, en un congreso médico, un trabajo presentado en Zurich por los doctores Pascual Hernández, Mariano Cebrían, Lilia Albert y la ingeniera Patricia Vega, denunciaron las altas concentraciones de insecticidas que contenían la leche materna y de vaca no pasteurizada, en La Laguna. Los investigadores de la UAC y del IPN encontraron que las madres estudiadas tenían altas concentraciones en las glándulas mamarias y relación con tumoraciones benignas y malignas.

En 1981, los doctores Arnulfo Portales y Javier García Salcedo denunciaron la presencia de arsénico en altas concentraciones en el agua de los poblados de Francisco I. Madero y San Pedro y su relación con daño a los vasos sanguíneos; en otro estudio mostraron la existencia de mortinatos y abortos en porcentajes por encima del promedio. También se han publicado otros, en 1992, que determinaron la intoxicación crónica por plaguicidas organofosforados. El doctor Luis Maeda Villalobos, otro investigador lagunero, ha insistido en el problema del arsenicismo y la sobreexplotación de los recursos acuíferos de la región. Sobra recordarle que la grave advertencia tampoco ha recibido una atención adecuada.

En 1994, el doctor Bulmaro Valdés Anaya, María Concepción Hernández Serrano, Javier García Salcedo, Gonzalo G. García Vargas, María Francisca San Miguel y Luis Benjamín Serrano, publicaron otro estudio sobre el contenido de arsénico en los alimentos como sandía, uva, tomate y chile. Otra denuncia del problema, fue hecha en la “Gaceta del Biodesert”, por el Sociólogo y M.C. Gerardo Jiménez González, catedrático de la Universidad Autónoma de Chihuahua.

El problema de la contaminación histórica por plomo ya ha sido muy discutido, hasta manipulado; lo cierto es que las emisiones han disminuido casi en su totalidad y éste se encuentra acumulado en la tierra por su depósito a lo largo de cien años.

Jérôme Paolacci, investigador de la Universidad Autónoma de La Laguna, comenta que la preocupación debe orientarse no sólo a la contaminación por los agentes ya estudiados (polvo o azufre, entre otros), sino que debemos hacer un esfuerzo por conocer más sobre otros no tan investigados, como el bióxido de carbono o el ozono, que está de cero a tres metros, no el de la estratosfera. También comentó que lo más difícil es determinar con exactitud los efectos secundarios de esas sustancias, que según se sospecha están en concentraciones más altas a las aceptadas por los índices de salud nacionales e internacionales.

Es el momento de establecer un organismo multidisciplinario de estudios ecológicos, más aún, cuando vemos el desperdicio del recurso humano, como la desinteresada disponibilidad de personas de probada alta calidad moral y con sobrado reconocimiento profesional, casos de los doctores Hernández, Portales y Maeda. Sin duda es mucho lo que debemos hacer para atender la salud de todos los laguneros, tal vez empezando por fincarle responsabilidades a quienes “esconden las cabezas como el avestruz” y nos defraudan al no cumplir con sus obligaciones, que “la venganza de las moléculas” sin duda nos cobrarán un alto precio. ydarwich@ual.mx

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