Sentencia un viejo dicho popular que “chango viejo no aprende maroma nueva” y se refiere a las dificultades de cambiar usos y costumbres en las personas mayores de edad. Conforme pasan los años, el ser humano se acostumbra a todo, aun a vivir en escenarios donde la corrupción y la impunidad marcan el día a día. Es por igual realista y penoso el atribuir a esto de vivir en medio de la componenda, la cultura del mínimo esfuerzo y la simulación, las dificultades que enfrenta el país en sus albores democráticos.
Por ello resulta de especial interés -hasta esperanzador- que la Secretaría de Educación Pública de Coahuila (SEPC) lleve a cabo el día de hoy la elección infantil denominada Vivimos Democráticamente y que no pretende otra cosa que involucrar a los niños en cuestiones fundamentales, como promover valores e incentivar la participación cívica.
Como referente, vale la pena recordar que en 2002, los niños consideraron que la responsabilidad y el respeto son los valores más importantes, pero la honestidad y el pluralismo no resultaron una prioridad. La asesora del Departamento de Gestión Escolar de la SEPC, Azucena Ramírez Aguilar, afirma que en base esos resultados, los maestros trabajaron en el reforzamiento de los valores que recibieron menor porcentaje.
Ahora, las boletas que circularán entre los niños de tercer grado de preescolar y del primero al quinto grado de primaria, consignan ocho acciones: Realizo actividades en equipo, Voy a la escuela para aprender, Ayudo con las tareas del hogar, Tengo comunicación con mi familia, Comparto espacios para jugar y hacer deporte, Atiendo las reglas en la escuela, en mi hogar y en la sociedad, Promuevo la paz como forma de vida, Conozco y hago valer mis derechos y obligaciones y a partir de los resultados se establecerán estrategias para fortalecer los puntos más débiles.
No queda más que celebrar el esfuerzo de las autoridades de Educación y desear que el ejercicio sea todo un éxito. Finalmente todos ganamos si los niños adquieren un mayor nivel de conciencia cívica y entienden que la participación es fundamental para que la sociedad civil acceda cabalmente a la corresponsabilidad que le concierne. Como el chango viejo no aprende maroma nueva, hay que apostar que las futuras generaciones tendrán herramientas más sólidas para hacer lo que nosotros no hemos hecho.