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Por Elsa Tirado

(Primera de dos partes)

Las enzimas son responsables de la actividad vital en todo ser vivo. Son moléculas de proteínas que tienen la capacidad de facilitar y acelerar las reacciones químicas que tienen lugar en los tejidos vivos, ya que la vida es activa, las enzimas son las responsables de toda la actividad que tiene lugar en el cuerpo de todos los seres vivientes.

Las enzimas no reaccionan químicamente con las sustancias sobre las que actúan (que se denominan sustrato), ni alteran el equilibrio de la reacción, sólo aumentan la velocidad con que éstas se producen, actuando como catalizadores.

La palabra enzima proviene del término griego enzymas, que significa hacer fermentar o provocar un cambio. Las enzimas son las substancias responsables de que cualquier fruta madure y finalmente se pudra. De igual modo las enzimas son las responsables de que se pudra la carne cuando está a la intemperie.

Se podría decir que las enzimas son la mano de obra de la naturaleza y en nuestro cuerpo se calcula que existen más de tres mil enzimas diferentes. Sólo en las arterias hay noventa y ocho enzimas diferentes que desarrollan tareas específicas. Se ha estimado que cada célula del hígado contiene como mínimo cincuenta enzimas distintas que realizan su trabajo un millón de veces por segundo. En un solo minuto una enzima puede participar en treinta y seis millones de reacciones bioquímicas.

Como ya hemos dicho anteriormente, las enzimas son necesarias para todas las reacciones químicas y biológicas que tienen lugar en tu cuerpo.

No puedes caminar, respirar, ni mover un músculo sin enzimas. Como tampoco puedes digerir la comida, reparar tus células ni limpiar tu cuerpo sin la actividad enzimática.

Todos los tejidos de tu cuerpo, desde la piel hasta los huesos, necesitan las enzimas para formarse. ¿Sabías que no puede nacer un niño sin las enzimas?

El espermatozoide lleva enzima que disuelve un minúsculo pedacito de la membrana del óvulo permitiendo así que el espermatozoide entre y lo fertilice.

Al nacer heredas cierta aptitud para fabricar enzimas, que recibe el nombre de capacidad enzimática y es única para cada individuo. A medida de que te haces mayor, la capacidad de tu cuerpo para producir enzimas se ve mermada poco a poco.

La conservación de las enzimas es una de las claves para alcanzar la salud natural y perder peso. Si respetas tus enzimas, darás un gran paso para asegurarte un buen estado físico y una vida más larga y saludable.

Todos los alimentos que la naturaleza produce, en el campo o en el huerto, e incluso en el granero o en el mar, en su estado vivo, contienen enzimas. En otras palabras, los alimentos en su estado natural, es decir, crudos, contienen las enzimas necesarias para predigerirse. Por el contrario, todas las enzimas de los alimentos empiezan a marchitarse a temperaturas superiores a los 48 grados centígrados. Por lo tanto, si comes habitualmente alimentos cocinados, tu cuerpo tiene que echar mano de tu reserva enzimática personal.

De todas las especies que habitan la Tierra, el ser humano es la única que cocina. De ahí nuestra deficiencia en enzimas. Y somos también la única especie, con excepción de los animales en cautiverio, que sufre de obesidad y enfermedades degenerativas. ¿Cuán serio es el desgaste que infligimos a nuestra capacidad enzimática, provocado por las dietas compuestas mayoritariamente de comida cocinada? Cada vez son más los especialistas en nutrición que piensan que es una de las causas principales del exceso de peso, el envejecimiento prematuro, de casi todas las enfermedades degenerativas y la muerte temprana.

En otras palabras, la ineficacia metabólica resultante de comer alimentos deficientes en enzimas puede estar preparando el terreno al cáncer, las enfermedades cardiacas, la diabetes y muchas otras dolencias crónicas.

En las sociedades del bienestar se registran los niveles enzimáticos para digerir las féculas más bajas en sangre y por el contrario las más altas en la orina, lo cual indica que estamos agotando las enzimas que se encargan de digerir las féculas. Este fenómeno es una de las consecuencias directas de la ingestión masiva de hidratos de carbono refinados. Como nuestro cuerpo no puede asimilarlos, no los reconoce como comida. Por lo tanto, las enzimas que digieren las féculas se agotan rápidamente y este es el motivo de que aparezcan en nuestra orina.

Nos dice el doctor Santillo en su libro Enzimas Alimenticias, que cuando el metabolismo del cuerpo es estimulado artificialmente por el café, cafeína, dieta alta en proteína animal, chocolate, alcohol y otros estimulantes, el ritmo del metabolismo se acelera, hay un desgaste de enzimas y una producción artificial de energía. El individuo se siente con un gran bienestar.

El resultado final serán unos bajos niveles de energía, agotamiento rápido de enzimas y una vejez prematura.

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