Imaginemos una multitud aullando de emoción, con la adrenalina circulando a torrentes por las venas, esperando el momento en que se abran las puertas para que arranquen, a todo galope, los caballos de pura sangre, por la pista ovalada del hipódromo, en una carrera que con destreza conducirán los jockey hasta llegar a la meta, agachados, con las piernas flexionadas y doblada la cintura en el aire, apoyados los pies en los estribos, encontrándose los asistentes con la sorpresa de que sólo sale un equino tresañero que obviamente, sin oponentes, ha de llegar al final en un primero y único lugar.
El que de inmediato debió protestar, en la otra carrera, la que terminará en la Presidencia Municipal, mostrando un mohín de disgusto, es quien aparentemente resulta beneficiado, al ser declarado candidato oficial de unidad, en tanto los demás aspirantes empezaban a arder como si se les hubiera rociado con gasolina.
Quien hizo el anuncio quizá no se percató de los rostros avinagrados de quienes fueron disciplinados aceptando, a querer o no, retirarse de la contienda. Se dijo que el objetivo central al llegar a ese acuerdo de cúpula es el de que no exista desunión, sacándose la elección interna con la certeza de unidad, para arribar fortalecidos a los comicios a celebrarse el próximo 25 de septiembre.
A nadie que tenga tres de los cinco sentidos en su lugar le convenció lo ocurrido como un fenómeno natural ya que el asunto tiene evidencias de ser un “dedazo” a la antigüita, en plena democracia, cuyo arreglo se hizo en los sórdidos pasadizos de un partido que busca reposicionarse con procedimientos que no dejen lugar a sospechas de que se hizo algo a espaldas de sus agremiados.
No es el camino aconsejable para buscar con la mirada franca el voto de la ciudadanía, a menos que se quiera poner en el peligro de dejar la casa consistorial en manos de candidatos de otros partidos. No lo dudaríamos si reconocemos que sus contrarios más fuertes llevan la ventaja de un Gobierno Municipal que dejará la alcaldía con banderas desplegadas, por el magnífico papel que ha desarrollado a la vista de la comunidad.
Ese es el reto al que deberán enfrentarse los candidatos del PRI y del PRD, un ayuntamiento cuyo quehacer recomienda a los candidatos emanados de su mismo partido político sin mayor esfuerzo de publicidad que el de dejar ver a sus simpatizantes que son de la misma madera con la que se forjó la candidatura del actual alcalde, que se ha destacado por su labor incesante en beneficio de la comunidad, sin alardes, ni aspavientos, sólo con la decisión de hacer su trabajo.
El joven candidato de unidad priista no requería que destriparan a sus contrincantes. Él lo sabe, lo sabemos todos. ¿Así se garantiza la recuperación de la alcaldía de Torreón para el PRI, como dicen los panegiristas de la unicidad? Permítanme ponerlo en tela de duda. Esa manera poco ortodoxa de operar lo único que puede provocar es el desánimo de las huestes partidistas y las no partidistas. Quienes quisieron hacerle un favor lo que están logrando es amarrarle las alas.
El abanderado priista de unidad pertenece a la nueva hornada de políticos que, creo, tiene todo para triunfar, no necesita de la ayuda de compadres. Lo que debe percibir en su camino es el inicio de una azarosa tarea, nada fácil, que es la de buscar el voto de la ciudadanía, sin saber si antes, en condiciones de igualdad, pudo obtenerlo de sus compañeros de partido. En fin, como dicen que dijo Julio César, cuando se preparaba a atravesar el Rubicón, Alea jacta est, -la suerte está echada-.