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Las ballenas jorobadas son de Samaná

Samaná (R. Dominicana), (EFE).- Desde hace siglos, cientos de ballenas jorobadas llegan de enero a marzo para aparearse y parir a la bahía de Samaná, en el noreste de la República Dominicana.

Las espectaculares colas y aletas, y los prominentes lomos de estos mamíferos marinos en peligro de extinción son inmediatamente visibles muy poco después de dejar el puerto de embarque.

Su sociabilidad y necesidad de respirar en la superficie han acostumbrado a estas ballenas a exhibirse sin timidez alguna, a pesar de la cercana y constante presencia de curiosas embarcaciones.

"Proceden de las zonas más frías del océano Atlántico, pero desde hace siglos, todos los años, de enero a marzo, vienen a parir y aparearse al mar Caribe, y más concretamente a las aguas cálidas de la bahía de Samaná", explicó a EFE el subsecretario de turismo dominicano para la región nordeste del país, Miguel Beliz.

Varias de las ballenas jorobadas del Atlántico norte se reproducen y nacen en Samaná o en el Santuario de las Ballenas Jorobadas situado en el Banco de la Plata, un poco más al norte, añadió Beliz, quien además es el principal operador de excursiones marítimas para observar a estos animales.

En el Parque Nacional de los Haitises (noroeste), una reserva forestal situada en las costas de la bahía de Samaná y formada principalmente por manglares, hay unas cuevas en las que se observan pinturas de ballenas realizadas en las paredes por los nativos de la zona en la era precolombina.

Fueron los taínos, indígenas que habitaban varias islas caribeñas cuando llegaron los españoles en el siglo XV, los que bautizaron con este nombre a Samaná, una provincia habitada actualmente por unas 100.000 personas y situada en el vértice de una de las bahías más grandes de nuestro planeta.

A poca distancia del casco urbano de Samaná, en medio de la enorme bahía, se encuentra Cayo Levantado, una pequeña isla rebosante de palmeras, alfombrada de verdes hierbas y arena blanca que contrastan con la transparencia del mar.

Este islote es el principal punto de referencia para salir en búsqueda de las ballenas jorobadas, que nunca defraudan al visitante, al que parecen saludar o despedir exhibiendo sus colas, que pueden llegar a medir hasta 5 metros de ancho.

Lo primero que se advierte al divisar una de estas ballenas es el típico chorro de agua vertical que anuncia la presencia de un enorme lomo y sus aletas, y poco después empieza un juego que el animal suele concluir con la exhibición de su cola antes de sumergirse.

A pesar de su descomunal tamaño y su fuerza, estos mamíferos son definitivamente pacíficos y no se recuerdan ataques a embarcaciones que se sitúan muy cerca de ellos.

Una nota distintiva de las ballenas jorobadas son sus canciones, que interpretan, sólo los machos, mediante una serie de sonidos como parte de la ceremonia de cortejo y apareamiento.

Las ballenas cantan cuando han salido a la superficie y el estribillo suele estar compuesto de gemidos lastimeros o chillidos similares al ruido que produce el aire que se escapa de un globo. Según los especialistas, una de estas canciones puede durar hasta 30 minutos.

Estos cetáceos constituyen hasta ahora el principal atractivo de Samaná, una zona escasamente explotada por la industria del turismo, en comparación con otras de República Dominicana.

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