Algo debe estar sucediendo con los ius-es-ei o como usted mande o guste leído literalmente united estates americans, pues no atinamos a saber si ese sentimiento antiestadounidense que los inchas mostraron en el juego de futbol al abuchear, en vez de guardar un respetuoso silencio, las notas del himno nacional de los Estados Unidos de América cuya selección nacional disputaba un encuentro con la nuestra y posteriormente gritar a todo pulmón, con un sentido burlón, el nombre Osama bin Laden, al que George W. Bus h no ha podido echar el guante, no obstante el poderío indiscutible de su Ejército, es una muestra de repudio de un juez implacable por los acontecimientos que tuvieron lugar en los últimos años en Afganistán e Irak o es el resultado de lo que padecimos los mexicanos a mediados del siglo XIX cuando nos privaron de lo que hoy constituye la mitad de su actual territorio, o ambas cosas.
Ya lo decía un avispado cronista deportivo señalando que al celebrarse un partido México-Estados Unidos es como meter todo el mes de septiembre en un estadio de futbol. Es decir, es en esos encuentros donde se desatan las más apocalípticas pasiones patrióticas en una muchedumbre que se deja llevar por un deseo insatisfecho de justicia realizando, a manera de pueril revancha, una rechifla grosera nada menos que a uno de los símbolos más queridos por cualquier nación que se precie de ser libre. Los vecinos del Norte deben estar acostumbrados a esas reacciones de repulsa pues suele suceder en la mayoría de los pueblos del mundo civilizado. De lo que deriva se diga no quieren ser respetados sino temidos. Y vaya que lo han conseguido. No puedo creer que sus gobernantes puedan dormir tranquilos sabiendo lo que sus soldados han hecho con pueblos débiles e indefensos. A menos que sean unos monstruos disfrazados de gente decente.
He de suponer en conciencia que la demostración que dieron los aficionados al juego de balompié no es un hecho aislado. Los mexicanos tenemos suficientes motivos para sentirnos ofendidos por el coloso. Sin embargo sucede un fenómeno digno de ser estudiado por sociólogos pues esa indignación se desvanece cuando nuestros paisanos buscan una salida a sus penurias, estando dispuestos a emigrar con todos los peligros que entraña el ir a un país que nos ve como su patio trasero. Es desde luego una bendición, cabe verlo así, que les den trabajo a los que aquí carecen de él. Es, después de todo, una válvula de escape que permite a los que permanecemos acá librarnos, aunque sea momentáneamente, de las consecuencias de un desempleo que en otras condiciones podría dar lugar a un movimiento social de graves consecuencias. Lo terrible del asunto es que las cosas no mejoran en nuestro país que se ve en la necesidad de tener que involucrar al Ejército para sofocar las actitudes criminales de las mafias dedicadas al narcotráfico.
Le aunamos a lo anterior el que se sospeche que las autoridades no están actuando con honorabilidad y tendremos listo el escenario para que pueda ocurrir cualquier cosa desagradable. En cualquier país los que ejercen el mando deben dar el ejemplo de pundonor, de decencia y de decoro. Cuando se piensa que el pueblo está tarado, que no se entera de lo que está pasando, mal andamos. Daría la impresión de que los que mandan sufren de eclampsia, enfermedad en el embarazo –sirva el símil por que la nación está a punto de parir un nuevo presidente- que va acompañada ordinariamente de pérdida de las facultades sensitivas e intelectuales, pues de otra manera no se explica uno como pueden creer que alguien se trague la fábula de que se trata de aplicar la Ley y nada más. El Ejecutivo Federal ha suspendido sus giras por el interior de la República. El motivo, se dice, es que no había lugar donde parara que no recibiera el reclamo popular de un alto al desafuero. Un gobernante que cierra los ojos ante la realidad, corre el riesgo de tropezar con sus propias fantasías. Igual que aquel rey del cuento, caminando por las calles, al que su sastre convenció de que nadie se percataría de su desnudez. Las autoridades, si quieren saber qué piensa la comunidad sobre el desempeño de su función, sería conveniente que de vez en cuando acudieran a un estadio de futbol.