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Las laguneras opinan.../¡Basta!

Rosario Ramos Salas

Hace unos días murió en Estados Unidos una mujer que con una sola acción, un simple No, cambió el curso de la historia. Una negación que desencadenó una serie de luchas que derivaron en el cambio de las leyes de segregación racial, vigentes en ese entonces en el país más poderoso del mundo.

¡Basta!, quizá fue la expresión de aquella menuda mujer de color, basta a la discriminación, basta al sentirte excluido, basta al racismo, a la intolerancia, al maltrato. Dicho acto, fue como se dice comúnmente la gota que rebasó el vaso, pero Rosa Parks, tal fue su nombre, se atrevió y no se levantó del lugar que debía dejar a un hombre blanco mientras viajaba en un autobús en la ciudad sureña de Montgomery en el estado de Alabama. ¿Cuántas vejaciones, cuántos maltratos no pasaría esta mujer y muchos más de su raza para que esa tarde, ella se atreviera a tomar esa acción?

¿Qué hacía a esta mujer diferente? Una sencilla costurera, Rosa era una mujer preocupada por los derechos pisoteados de los suyos y trabajaba, desde años atrás por la igualdad racial. Esa tarde de 1955, después de salir cansada de su trabajo tomó el autobús para ir a su casa y ocupó uno de los asientos destinados a la gente de color, pero el chofer la obligó a darle el lugar a un blanco, acción a la cual ella se negó. La Policía la arrestó y la condenó a cárcel y a pagar una multa por la desobediencia. De ahí surgió el boicot organizado por la sociedad afroamericana contra el transporte público que hizo que trece meses después terminara la segregación racial en los autobuses.

Rosa murió a los 92 años y se convirtió en la primera mujer que el Senado de Estados Unidos permitió que su cuerpo permaneciera para el homenaje de la gente en la Rotonda del Capitolio. Uno más entre los muchos reconocimientos que recibió durante su larga vida.

Leer sobre la vida de Rosa Parks, a propósito de su muerte, me hizo reflexionar en la apatía que mostramos ante los numerosos problemas que diariamente se viven en una ciudad. El mundo de hoy nos hace ser egoístas, indiferentes, apáticos. Los atropellamientos a los derechos humanos nos pueden pasar a un lado y nada hacemos ante ello. ¿Qué les estamos enseñando a nuestros niños y jóvenes? Pensar que sólo basta una acción para que se dé un cambio. Rosa nos puso el ejemplo. Cada una de nuestras acciones tiene siempre una consecuencia. Una sola puede cambiar la historia, de hecho la cambia.

Si dijéramos basta a la exclusión, basta a la inseguridad en las calles, basta a las drogas, a la corrupción, a la irresponsabilidad, basta, basta a tantas injusticias que día con día se cometen sin que nosotros pongamos un alto y digamos basta.

La reflexión sobre la acción de Rosa Parks me lleva a un tema de este tiempo: los movimientos migratorios en el mundo que día con día se suceden. Gente va y gente viene, de una frontera a otra. Problemas de gobernabilidad, de pobreza, de falta de empleo, de educación hacen que millones de personas tengan que abandonar sus lugares de origen para pasarse ilegalmente a vivir a otros. América Latina y África, dos continentes que fabrican pobres, que expulsan personas que salen en busca de otros caminos. Millones de emigrantes, cada año se desplazan de países latinoamericanos rumbo a Estados Unidos, Canadá y Europa y salen de sus países porque no tienen otra opción. Porque en sus países la economía no camina, no hay empleo, ni oportunidades de crecer, no hay futuro. Cuando llegan al nuevo país, por lo general en países ricos, deben pasar limitaciones, racismo, discriminación. Si no, veamos los problemas que están viviendo los franceses, problemas que nos dejan pasmados. ¿Cómo es posible, pensamos que en ciudades como París, llamada La Ciudad Luz, estén pasando estas cosas, donde grupos de inmigrantes se enfrentan con las autoridades?

Países que se dicen del primer mundo experimentan ahora el rechazo, los gritos de bastas de miles de ciudadanos que están hartos de la discriminación, de no sentirse bienvenidos, ni identificados, de sentirse excluidos en el empleo. Ellos, con las protestas, incendiando miles de carros durante las últimas semanas están gritando a sus conciudadanos que sean sensibles, que escuchen. Y ellos pareciera que están sordos. Los problemas están ahí en los suburbios de la orgullosa Ciudad Luz. Son miles de inmigrantes que de manera ilegal llegan hasta los países europeos porque en los de ellos se mueren de hambre y a la vuelta de los años sus hijos ya son franceses o alemanes y sin embargo, son discriminados por el color.

La inmigración ilegal, el paso de millones de personas de un país a otro en busca de una mejor vida es un problema complejo, presente en muchos países ricos del mundo. Y es que en estos países su población económicamente activa disminuye y necesitan de manos para que les hagan el trabajo que sus ciudadanos no quieren hacer.

En Ceuta y Melilla, dos enclaves de España en el continente Africano, diariamente miles de africanos tratan de saltar las cercas que dividen el territorio español con Marruecos. Si logran hacerlo el brinco a España lo harán cruzando en barcazas el Mediterráneo. Nada les importa, van dispuestos a todo, son heroicos como nuestros inmigrantes cuando tratan de cruzar el río Bravo o el desierto de Arizona. No hay barda, ni política que los detenga, que los haga cambiar de opinión. Ellos van tras un sueño no cumplido en su tierra.

Sin crecimiento que alcance, con aumento en los índices de pobreza y en la tasa de desempleo, cada día los países latinoamericanos expulsan miles de personas que una vez que han conseguido trabajo, enviarán a sus lugares de origen dinero, remesas que serán de gran ayuda para los que se quedan detrás.

Por eso decía yo al principio que si siguiéramos ejemplos como el de Rosa Parks, tal vez podríamos comenzar a cambiar el mundo. Una sola acción basta, las demás vendrán después.

garzara1@prodigy.net.mx

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