Es una realidad ineludible que los jóvenes son diferentes a los de antes. Ese siempre será el lamento de la generación anterior. Los adultos de los años cuarenta se quejaban de los melenudos de los sesenta, los que hoy nos parecen tan cándidos con sus flores en la mano y su signo permanente de “amor y paz”. Sin embargo, fueron ellos precisamente los que hicieron visible esta etapa de la vida que en otros tiempos sólo se pensó como un simple tránsito entre la niñez y la vida adulta. Los jóvenes han adquirido tal rango de importancia (constituyen ni más ni menos que la tercera parte de la población), que hasta existe un instituto nacional para atender a este grupo etéreo.
¿Cómo son los jóvenes mexicanos contemporáneos? ¿Cuáles son sus preocupaciones? ¿Cómo han asimilado en sus vidas la crisis permanente en la que el país se ha situado? ¿Cómo viven su sexualidad? ¿Estudian o trabajan? Pero... ¿consiguen trabajo? ¿Cómo se llevan con sus padres? ¿Qué intereses los guían? ¿Qué hacen en su tiempo libre? ¿Qué cosas les gusta comprar? ¿Son felices? ¿Qué consideran más importante en sus vidas? Éstas son algunas de las 173 preguntas que constituyeron la llamada Encuesta Nacional de Juventud, aplicada por primera vez en México en el año 2000, y que mediante una conjunción inusitada de esfuerzos gubernamentales, fueron interrogados alrededor de 59 mil jóvenes en todo el país, siguiendo los criterios estadísticos de muestreo para su confiabilidad. La encuesta ha permitido contar con una radiografía de aquéllos cuya edad fluctúa entre los 12 y los 29 años, es decir, el rango oficial considerado para la juventud.
En Coahuila fueron abordados 2,441 jóvenes, con una participación de 833 en la Región Laguna de nuestro Estado. Estos datos permitieron la publicación, en noviembre de 2004, del libro Coahuila: los jóvenes en el Estado. Región Laguna, de Sergio Garza Saldívar y con edición de la Universidad Iberoamericana y el Instituto Coahuilense de la Juventud. Es un texto que puede ser de suma utilidad para quienes nos atañen los jóvenes: papás y mamás, profesores, servidores públicos, Organizaciones No Gubernamentales, partidos políticos, organizaciones religiosas, instituciones educativas, entre otros.
Lo primero que sitúa el texto son dos planteamientos que sirvieron de guía para elaborar la encuesta. El primero: no hay un solo tipo de “joven”, existe una multiplicidad de formas de vivir esa etapa, así como aprendizajes divergentes y oportunidades desiguales. Casi resulta obvio que un joven indígena chiapaneco tendrá casi nada en común con un torreonense de clase media. Esto se contrapone a la noción que se maneja en muchos textos de psicología: que la juventud o “adolescencia” es un periodo natural y común en la vida humana. En la investigación citada, se define más bien como una “categoría socialmente producida, que depende de marcos de análisis para su construcción”. El segundo: ha cambiado radicalmente la trayectoria de los jóvenes para ingresar a la vida adulta. Hasta hace unas década, se pensaba que había un camino “ideal” que la mayoría seguía desde la infancia a la adultez: los niños eran criados por sus padres en el seno de una familia nuclear; luego, continuarían en la escuela en la que adquirirían las habilidades esenciales para el trabajo; finalmente, obtendrían un empleo con el cual conseguir los medios para establecer su propia familia.
Sin embargo, las crisis económicas y políticas en México, desdibujaron esta meta-modelo y en realidad, según la investigación aludida: “... se ha vuelto cada vez más difícil la independencia económica, la constitución de un hogar propio, la autodeterminación de los recursos disponibles y la autonomía personal de los jóvenes”. De ahí que resulte interesente conocer cómo son los jóvenes laguneros y cuáles han sido las trayectorias que han construido para vivir este periodo.
Los datos que se presentan en la publicación, como hemos dicho, corresponden a los municipios de la Laguna, pero sólo de Coahuila y siempre están relacionados con los del resto del Estado y los del resto del país, para tener una aproximación comparativa. Destacaré algunos que me parecen sugestivos y que pueden dar lugar a la reflexión.
Lamentablemente nuestros jóvenes han sido forzados a trabajar desde temprana edad: casi el 85 por ciento de los encuestados señaló que tuvo su primer empleo entre los 12 y los 19 años. Quizá por ello, cuatro de cada cinco entrevistados, indicaron que les gustaría continuar estudiando; incluso, el 61.40 por ciento mencionó que no estaba satisfecho con el nivel de estudios que tenía. Parecería que la mayor parte se queda en secundaria o preparatoria, pues a una cuarta parte de ellos les gustaría por lo menos tener la posibilidad de realizar una carrera técnica o comercial y un 37 por ciento aspira a la obtención del grado de licenciatura. Impresiona el hecho de que el 82 por ciento declara que sus estudios no tienen relación con lo que hacen.
Las instituciones de salud deben alertarse con los datos presentados en la encuesta mencionada: el 74 por ciento tuvo su primera relación sexual entre los 15 y 19 años, pero de éstos, un poco más del 40 por ciento no utiliza ningún método anticonceptivo. Por otra parte, resulta sorprendente que hay valores prácticamente inamovibles entre generaciones. Cuando se les pide que expliquen los motivos por los cuales tuvieron esta primera relación sexual, continúan impresionando las diferencias entre hombres y mujeres: los primeros declaran haberlas tenido por “amor” sólo en un 30 por ciento, contrastando con el 70 por ciento de las segundas que explicitaron esta razón.
La relación de los jóvenes con los padres no parece muy sana en nuestra región. Más de la mitad de los jóvenes indica que nunca platican con su madre o su padre cuando tienen un problema personal. Entre los temas que siguen siendo tabúes, está por supuesto, el sexo. Casi el 70 por ciento de los interrogados señaló que nunca hablaba con su papá de este asunto y el 51 por ciento indicó lo mismo con respecto a la madre. Sin embargo, con ella sí hay mayor acercamiento en tópicos como los sentimientos, los estudios y la religión.
Resulta interesante que más de la mitad de los jóvenes externó que sus papás les prohíben beber alcohol y fumar, a pesar que en esta zona abundan los antros, los lugares donde se vende alcohol por litros y donde predomina la venta clandestina de este tipo de bebidas. La encuesta permite suponer que los proyectos en contra del consumo excesivo de alcohol serán bienvenidos por los adultos.
Los jóvenes laguneros parecen tener muy claros sus valores: en su mayoría (hablamos de entre 74 y 90 por ciento) están en contra del consumo de drogas, de comprar cosas robadas, de emborracharse, de ser infieles a la pareja, de aceptar sobornos e incluso, de evadir impuestos. Probablemente si estas preguntas nos las aplicaran a los adultos, seríamos mucho más tolerantes. En cuanto a los agentes sociales en los que desconfían los laguneros de entre 12 y 29 años están los políticos (55.50 por ciento), los líderes sindicales (53.60 por ciento), los judiciales (53.10 por ciento), los policías (52 por ciento). Por su parte, los agentes más apreciados (a pesar de que social y económicamente no son bien retribuidos) son los maestros. En ellos confían casi tres de cada cuatro jóvenes.
El dato que en lo personal más me impresionó y que quizá tendría que ser discutido en las familias, es que más de las tres cuartas partes de los 833 jóvenes que se consignaron para la muestra en la Región Lagunera, dijeron estar de acuerdo con la siguiente idea planteada en la encuesta: “A los comportamientos de los jóvenes se les deben poner límites bien definidos”. Ésta parece ser una exigencia, ya que sólo el 11 por ciento se mostró en desacuerdo.
Quizá nos hemos acercado poco a quienes guiarán los destinos de la Comarca Lagunera en pocos años. Por lo pronto, tenemos esta fotografía, que nos muestra sus rostros con mayor claridad, donde apreciamos su diversidad, sus diferencias, sus sueños, sus metas.