La semana que termina estuvo como casi todas las últimas llena de noticias que de una manera o de otra impactan nuestra vida. El mundo interconectado en el que vivimos hace que acontecimientos que suceden ya sea en otras latitudes o aquí mismo donde vivimos, nos toquen sensiblemente.
En el mundo la noticia de la semana fue el Habemus Papa… Después del luto por Juan Pablo II, la elección del sucesor era inevitable, pero la rapidez con que los cardenales eligieron me tomó por sorpresa. El Cónclave tuvo una duración de 25 horas. Luego, debo decir que no esperaba la elección del cardenal Joseph Ratzinger como el Papa Benedicto XVI. Tal vez en el fondo deseaba que la Iglesia diera un giro y por primera vez eligiera a un cardenal latinoamericano. Se había hablado tanto de esta posibilidad. Cuando escuché el nombre que el cardenal Ratzinger adoptó me sonó extraño. Pensar en Benedicto XVI nos tomará un tiempo. Además la imagen de Juan Pablo II es todavía muy fresca.
Ya meditando con más calma sobre la elección, me sorprendieron dos cosas de este eminente teólogo considerado una de las personalidades más brillantes de la Iglesia Católica. Primero, al escuchar su homilía en la misa del funeral de Juan Pablo II en donde con una maestría en el manejo del lenguaje trazó una semblanza de la vida de Carol Woytila. Lo trata con una humanidad y generosidad admirable y con palabras precisas, pero sencillas. Luego la homilía de la misa con la que inició el Cónclave en donde fustiga la dictadura del relativismo y defiende la pureza doctrinal y la fe me hizo pensar en ese cardenal nombrado por Juan Pablo II como Prefecto de la Congregación de la Fe, donde durante 24 años se encargó de silenciar a teólogos que proponían nuevas ideas, así como a decir muchos nos.
Sin embargo su inteligencia se muestra ahora como Papa al ofrecer en el balcón de la Basílica de San Pedro, en su primer mensaje al mundo esas palabras de humildad: “Soy un sencillo trabajador en la viña del Señor”. Sorprendente. Los católicos esperamos un pastor que guíe el rebaño con sencillez, humildad, inteligencia y amor. Ingredientes que hacen tanta falta en este mundo tan confuso donde moramos.
Creo que los sentimientos en muchos católicos son encontrados. Por un lado hay esperanza y confianza, pero por otro existen dudas en si el nuevo Papa no tendrá una visión pesimista y cruda del mundo y de la Iglesia. En la misma homilía del lunes anterior así lo manifestó.
Mientras en el mundo se vivía la elección del nuevo Pontífice, aquí en México la confusión legal, política y real por el desafuero de López Obrador continúa. Lo que estamos viviendo es digno para Ripley. Las noticias mundiales tocan el tema sólo para hablar de lo mal que andamos, de los pasos inciertos que nuestro Gobierno ha dado, de la incertidumbre hacia el futuro. Noticias que en nada ayudan a que el país mejore, a que la democracia se fortalezca, a que la educación suba de nivel y los niveles de pobreza bajen, por mencionar algunos de los enormes problemas que enfrentamos. El pleito en las alturas en nada nos ayuda, si no es para que los ciudadanos estemos más hartos de los políticos y más cansados de los mismos rostros que se repiten una y otra vez en los medios de comunicación.
Finalmente en nuestra región, lo sobresaliente de los últimos días es que el paisaje urbano de nuestra ciudad se ha visto invadido por grandes espectaculares con las caras de nuestros diputados y senadores que de repente se acordaron, en el último año de su gestión que sus representados existimos.
¿Qué querrán decir o vender? ¿A quién estarán dirigiendo su mensaje? Señores por favor no escondan sus intenciones. ¿Qué quieren y a dónde van? Díganlo directo.
Podrán decir que se están anunciando en espacios que son privados, que no son espacios públicos o de equipamiento urbano, pero no negarán que contaminan visualmente el paisaje urbano. Es demasiado, sean más sencillos. Además, pregunto: ¿Quién paga tan enorme y costosa publicidad? ¿De dónde sale el dinero para pagarlos? Porque contratar un gran espectacular, sobre todo los estratégicamente situados en los cruceros más transitados de la ciudad debe ser caro.
Entre más rostros de políticos veamos, más indiferentes a la política nos volvemos. Los políticos están obsesionados con su imagen, con su rostro, y eso es lo que quieren proyectar. “Es el individualismo de nuestro tiempo”, escribe Milan Kundera, en la novela La Inmortalidad.
Si circulamos por las calles de la ciudad nos los vamos a topar, anunciando con su rostro algún mensaje: súmate, haz que suceda, comprometido con la comunidad, etc. etc... No entiendo. Si encendemos la televisión, ahí están. Todos los días, las mismas caras, los mismos rostros. Termina por aburrirnos. Y eso que todavía no estamos en campañas.
Cuando estoy en el rojo de un semáforo, frente a un espectacular, imagino que se puede caer y aplastar a los carros que esperamos la luz verde para continuar. Tal vez quienes se anuncian busquen inmortalizarse de esa manera y no a través del trabajo que deben hacer. Si trabajan bien es mejor que permanezcan invisibles. Los resultados estarán a la vista y no será necesario treparse tan alto sobre las azoteas. Los ciudadanos lo notaremos. No estamos tan dormidos o no somos lo ignorantes que a veces creen.
En la democracia es importante que los ciudadanos estemos bien informados, como bien lo decía mi compañera de columna del sábado anterior, para así poder tomar decisiones llegado el día de las contiendas. Y seguramente la decisión no la tomaremos por la cara bonita del candidato sino por sus acciones. Así que señores políticos no gasten tanto en esas enormes fotografías.
Garzara1@prodigy.net.mx