Nuestra Constitución, cuyo 88 cumpleaños celebramos, fue promulgada en la bella ciudad de Querétaro, un día como hoy en 1917 y entró en vigor el primero de mayo del mismo año.
A la vigente en ese entonces, la de 1857, la azotó como un tsunami el movimiento político-social surgido en nuestro país en 1910. La arrasó la Revolución, la lucha armada entre hermanos, entre mexicanos, que deseaban leyes que les garantizaran una mejor calidad de vida.
Si bien su fuente mediata había sido el anhelo de plasmar el principio de no-reelección, el asesinato de Madero y la figura del usurpador de Huerta, hicieron que en el año de 1913, el siempre bien amado e ilustre coahuilense don Venustiano Carranza, se levantara en armas. Durante el movimiento armado que encabezó, se expidieron una serie de leyes y disposiciones reivindicatorias de las clases obrera y campesina. Fueron precisamente estas leyes, que fueron recogiendo los anhelos por los cuales más de diez millones de mexicanos murieron, los que formaron la gran ola que forzó la necesidad y existencia de una nueva Constitución. Cuando triunfó el movimiento, Carranza, el primer jefe del Ejercito Constitucionalista, expidió la convocatoria para la integración del Congreso Constituyente, que, a partir del primero de diciembre de 1916, comenzó sus reuniones en la ciudad de Querétaro. Todo ello ya es historia, sin embargo nunca estorba reflexionarlo.
¿Pero... qué es la Constitución y hacia dónde vamos con ella?
Grandes juristas a través de los siglos, han tratado de explicar este vocablo, el cual per se es tan poco concreto y todos concluyen sus dotadas aportaciones, señalando que “debe considerarse a la Constitución como la Ley fundamental y suprema del Estado, que atañe tanto a las atribuciones y límites a la autoridad como a los derechos del hombre y pueblo de un Estado”.
Desde el punto de vista filosófico, que nos clarifica las ideas, Aristóteles la define “es el ser del Estado”, por haber sido establecido su orden entre los habitantes de la “polis”.
Así, para nosotros los simples mortales, la Constitución es hoy por hoy la que garantiza el orden establecido a través de las instituciones, para evitar el riesgo de innovaciones y cambios. No obstante ello, nuestra actual Constitución casi centenaria, ha sufrido más de doscientas modificaciones. Estas modificaciones, no las debemos tomar como falta de respeto hacia la Ley fundamental, (nos dicen los que saben), sino que evidencia que creemos en ella y que se le quiere mantener viva. ¿Viva para quién? nos preguntamos, porque hay tal cantidad de opiniones acerca de la necesidad de Reformas Estructurales y de la Reforma del Estado y por ende de la Constitución, que los que no conocemos el tema, tan sólo esperamos que sea para el bien de todos los mexicanos y no tan sólo de unos cuantos.
En días pasados Porfirio Muñoz Ledo, entrevistado por los medios de comunicación, llamó a los actores políticos del país a sentarse en una mesa para llevar a cabo las reformas urgentes que necesita el país este año, previo a las elecciones presidenciales del año 2006; lo que significa de nuevo reformar la Constitución. Se le preguntó sobre la Reforma del Estado y si ello significa reinventar México, a lo cual contestó entre otras ideas: “Es ajustar las instituciones políticas y llevar al país a una nueva realidad”.
En la nueva realidad en la cual debe vivir México y que ya estamos viviendo, de la cual habla Muñoz Ledo, casi todas las instituciones que rige nuestra Constitución tendrían que ser ajustadas. Si esto lo dice el más conocedor del tema que tenemos en el país, mucho debe haber de cierto, sin embargo, llevar a cabo la Reforma del Estado, requiere una gran voluntad política y de actores políticos preparados, conocedores de la materia, estudiosos, generosos y vemos que no es la realidad que estamos viviendo en México en este momento, en el cual, en todos los niveles, como el municipal, estatal, y federal se vive en gran desorden.
Cada actor político, está viviendo la “democracia” como la quiere entender, y si bien creemos en la autonomía que contempla nuestra Constitución a los municipios, a las entidades federativas, a la federación, a los partidos políticos y de otras muchas instituciones, debe forzosamente la Constitución contemplar ajustes que establezcan los mecanismos que pongan límites en caso de abuso de poder; porque ya estamos viendo cómo muchos actores políticos se comportan como reyezuelos.
El país tarde que temprano va a requerir de las Reformas Estructurales y de la Reforma del Estado y por lo mismo nuestra Constitución tendrá que sufrir modificaciones de fondo. El país ya está temblando y el tsunami se está formando; qué mejor que para que no nos arrase y nos obligue a reformar nuestra Constitución, nos preparemos y lo hagamos por medio del consenso.
Las próximas elecciones serán una gran oportunidad para ello, tanto y cuando elijamos a los que más convienen como nuestros gobernantes, quienes tendrán la tarea de llevar a cabo estas reformas. Ojalá elijamos personas honestas, preparadas, comprometidas, generosas, conocedoras del oficio, que sepan dialogar y consensuar y sobretodo garantes del bienestar de todos los mexicanos. Ojalá, porque si no, la gran ola social lo requerirá por otros medios.