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Las murallas de Jericó

Gilberto Serna

Algo que debería ponernos a pensar está sucediendo en el otro lado de la frontera. ¿Un muro? ¿Qué la humanidad no tuvo bastantes con el de Berlín, para que ahora se divida la frontera con un farallón que tiene el propósito evidente de evitar que los mexicanos sigan yendo a trabajar? ¿Necesitaremos un Josué para que al toque de sus trompetas derribe el muro del oprobio como hizo en Jericó? según narra la Santa Biblia. Todas la medidas adoptadas por los vecinos parecen haber sido inútiles para frenar la emigración ilegal como lo ha sido hasta ahora para disminuir o parar de plano la introducción de droga a suelo estadounidense. Pero ¿qué lectura debemos darle al asunto si advertimos que una y otra vez reconocen su fracaso para detener el flujo de mexicanos? Desde el asunto de las Torres Gemelas nuestros vecinos se han vuelto muy puntillosos. En la historia de la humanidad no era raro que los pueblos sumidos en la oscuridad medieval levantaran esas murallas ante la imposibilidad de obtener otros medios de protección. En la actualidad es más una medida militar que un esfuerzo mental para encontrarle una solución al problema.

Nadie ignora que la venta de narcóticos constituye un negocio redondo cuando no se tiene conciencia que lo impida. Podrán levantar paredes colosales que no acabarán con los males que les aquejan pues el enemigo lo tienen dentro, es decir, en su propio territorio. No es posible que con todos los recursos tecnológicos con los que cuentan se logren colar seres humanos. La frontera es una puerta por donde se introducen gentes desesperadas que van en busca del sueño americano; un obstáculo no impedirá que lo sigan haciendo y lo saben, por lo que es de creerse que más bien se trata de poner en un brete a nuestras autoridades. Aquí habría que señalar que el muro tiene dos caras, por un lado impide el paso de indocumentados al tiempo que reduce la posibilidad de que mercancía ilegal llegue a las calles de las ciudades americanas, sería la primera. La segunda es que a nuestro país sigue llegando armas de contrabando así como otros productos que hablan de poderosas bandas del mundo del hampa que de allá para acá nadie es capaz de parar. ¿Es aconsejable un muro? ¿Todos los pueblos de la Tierra, enmurallados? ¿Llegará el mundo a conjugar el verbo levantar?

Pero me pregunto ¿qué tanto será impedir el ingreso de terroristas montados en camellos, portando cananas cruzadas al pecho, dispuestos a invadir la Casa Blanca, y qué tanto se ve impulsado el texano, empujado por grupos ultraconservadores, a demostrar su hostilidad al pueblo mexicano? Fíjese nomás. De aprobarse lo que ahora es sólo un proyecto las bardas tendrán cámaras, iluminación y sensores, estimándose como un delito mayor el carecer de documentos. Los que se encuentran viviendo en aquel país, cuya estancia es ilegal, se verán en graves aprietos pues se considerarán como delincuentes por el simple hecho de residir sin papeles. No habrá amnistía que valga, rechazándose la posibilidad de que algún día puedan respirar tranquilos sin que la migra los persiga en los centros de trabajo. Actualmente se considera una violación civil al que sea atrapado sin documentos, lo más que puede pasarle es que los deporten. Con la nueva Ley, en caso de aprobarse, será un delito por el que pueden ser encerrados en una cárcel.

Son, más o menos, once millones de indocumentados que, si se cumple lo que ahora es una amenaza, pueden ser devueltos a nuestro país, si es que no previo encarcelamiento. Además del insulto que causa la determinación, imaginemos el caos que provocará. Si en la actualidad pasamos las de Caín con la falta de empleos, a los mexicanos que provenientes de la Unión Americana se agreguen, aunado a los billetes verdes que ya no vendrán para aliviar las penalidades de familias que sólo cuentan con esos ingresos para sobrevivir, nos daremos cuenta del tremendo problema que significa para un Gobierno, inmerso en pleno proceso eleccionario para renovar autoridades, que es obvio no las trae todas consigo, por lo que puede verse envuelto en un terrible drama que puede llevarnos a locuras sociales que no se han visto en muchos años. Es cierto, el muro es una ignominia, pero que haya migrantes es una vergüenza para México que no ha sabido retener a nuestros compatriotas creando los empleos que se requieren para mantenerlos en casa. Ante una afrenta pública, inútil es fruncir el ceño y manotear.

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