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Las virtudes del tomate| Salvador Kalifa

El tomate (jitomate para los puristas) es un producto que gusta a muchos. En una exploración en Internet encontré sitios que hablan de sus virtudes. Uno de ellos señala que “El tomate encierra en su roja redondez un dechado de virtudes. Es la estrella indiscutible de la huerta, tanto por sus poderes dietéticos como por sus saludables efectos sobre el organismo”.

El sitio continúa diciendo que “junto a su poder para reducir el colesterol y estabilizar el sistema inmunitario, aporta cualidades diuréticas y tiene la capacidad para eliminar el ácido úrico. Por otro lado, se hace portador de una sustancia con propiedades parecidas a los corticoides, con lo que está muy indicado para personas que sufren problemas de artritis.”

Según algunos, existen estudios en torno a su consumo que ponen de manifiesto que “un alto contenido de este nutriente en la dieta reduce considerablemente el riesgo de padecer…. los cánceres de pulmón, próstata y estómago.”

Por más que exploré, sin embargo, no encontré ningún comentario en relación con una de lo que por los comentarios de nuestras autoridades debe ser, sin lugar a dudas, otra de sus más importantes virtudes. Me refiero a su uso como herramienta de política monetaria para contener la inflación.

Si uno lee los comunicados de prensa quincenales del Banco de México (Banxico), incluido el de esta semana para la primera quincena de enero, encontramos que los vaivenes en el precio del tomate son un factor que tiene más influencia sobre los movimientos de la inflación que las adecuaciones de el corto o, para el caso, las alzas en las tasas de interés.

Los meses en que hemos registrado “deflación”, esto es, una caída de precios, siempre han estado vinculados al tomate. De igual forma, el alza de precios por encima de la tendencia de principios de 2004 durante el otoño pasado se debió, en gran parte, al aumento en el precio del tomate por los estragos que causaron los huracanes en Florida y las lluvias torrenciales en California.

La inflación de 2004 se ubicó por encima del límite superior del intervalo previsto por Banxico al inicio del año, lo que según las autoridades se explicó por el alza de los precios administrados por el gobierno, como es el caso de la electricidad; el aumento de los precios de los energéticos, metales y materias primas durante el año; y como señalé antes, el incremento en el precio del tomate.

La meta para el crecimiento de los precios vuelve a situarse en el 3 por ciento para 2005, con un margen de un punto porcentual, y es muy probable que en los primeros meses del año los datos de precios nos muestren que vamos en esa dirección. Los menores aumentos en los precios administrados, la disminución esperada en las cotizaciones de las materias primas, y la caída en el precio del tomate ayudarán a que, por lo menos durante la primera mitad del año, la inflación descienda del 5 por ciento anual.

Un factor adicional para el descenso en el ritmo de inflación durante estos meses es la esperada estabilidad del precio del dólar. Los analistas internacionales consideran que las tasas de interés en México son relativamente altas y recomiendan apostar a favor de nuestra moneda en los mercados de divisas. Esto contribuye a mantener estable el precio del dólar, lo que ayuda a obtener mejores números de inflación y posiblemente lleve a un descenso temporal y leve de las tasas de interés internas.

Los vientos, sin embargo, pueden cambiar de dirección en la segunda mitad del 2005. La recuperación económica seguirá facilitando las alzas de precios que estuvieron latentes en los años de recesión, mientras que el fantasma de la incertidumbre financiera asociada a las campañas electorales puede inquietar los mercados financieros y traducirse en una depreciación del peso, que alimente nuevamente las presiones inflacionarias hacia fines de este año y comienzos del próximo.

La moderación en el crecimiento de los precios a partir de la segunda quincena de diciembre pasado contribuye a fortalecer la credibilidad de Banxico en cuanto a su compromiso con la aplicación de las medidas necesarias para revertir la actual evolución de los precios, aún cuando su eficacia para contener dichas presiones no está del todo clara.

Sigo pensando que el corto es una herramienta de política monetaria bastante ineficaz. Considero que los acontecimientos recientes avalan mi posición. El susodicho “corto” se aumentó en varias ocasiones por más de un año sin tener alguna repercusión duradera sobre las presiones inflacionarias. Tuvo que venir el tomate al rescate. No debe sorprendernos, por tanto, que aún cuando Banxico mantenga alto o eleve más el “corto”, la inflación aunque quizá menor a la de 2004, continúe testarudamente por encima de la meta oficial.

El corto no es la política más efectiva para estabilizar el crecimiento de los precios en 3 por ciento anual. Su principal contribución, como también lo han reconocido las autoridades, no es lograr un cambio duradero en las tasas de interés real que influencien la demanda interna y con ello la trayectoria de los precios, sino corregir "las

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