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Las vueltas de la historia

Cecilia Lavalle

Este mes de la Patria, como se ha dado en llamar septiembre, por razones laborales o escolares releo algo de la historia de nuestro país en el siglo XIX y a veces, como ahora, me quedo con la impresión que tenía razón Úrsula Buendía, personaje de la novela Cien Años de Soledad escrita por Gabriel García Márquez. Ella decía: “La vida no’más da vueltas”. Eso siento: “La historia na’más da vueltas.

Aquellos lejanos tiempos del siglo XIX eran convulsos y por tanto decisorios. Una vez conquistada la Independencia de México todo estaba por escribirse. Ganarle la batalla a España no significó el fin, sino apenas el principio porque había que responder a preguntas fundamentales: ¿Qué clase de nación queríamos?, ¿monárquica?, ¿republicana? ¿Con el poder concentrado en el centro?, ¿con el poder distribuido en las provincias? ¿Quién debía ser la máxima autoridad en el país?, ¿una sola persona?, ¿dos?, ¿tres? ¿Quién debía tener más poder?, ¿el Ejecutivo?, ¿el Congreso?, ¿el Supremo Tribunal de Justicia?

Claro, había muchas respuestas diferentes. Había grupos que opinaban que la Presidencia de la República debía recaer en dos o tres personas. Había quien pensaba que era importantísimo acotar el poder del presidente. Había quien pensaba que debía tener más poder el Congreso. Había quien estaba seguro que lo más conveniente era concentrar todo el poder en el centro. Había quien, en las provincias, prefería un poder para cada estado.

Y yo me pregunto: ¿No estamos ahora, en pleno 2005, debatiendo nuevamente qué clase de país queremos?

A 181 años de distancia volvemos a preguntarnos aspectos fundamentales: ¿Queremos una democracia de verdad o una democracia dirigida? ¿Queremos que el poder se concentre en una persona o la puede compartir con su cónyuge? ¿Queremos un Congreso más poderoso que el Ejecutivo y el Judicial o queremos un Ejecutivo muy fuerte? ¿Queremos un Congreso plural aunque paralizado o queremos un Congreso plural pero necesitamos obligarlo a generar consensos? ¿Queremos estados libres y soberanos con poder de decisión en los asuntos de la nación o queremos estados sujetos al centro porque suponemos que existe el riesgo de “balcanizarnos”?

El otro día leí: “El atrevido piloto que fácilmente había conducido la nave del Estado por entre peligrosísimos escollos hasta ponerla en mar abierto, se sintió de súbito en medio de contrarios vientos y a merced de políticos inexpertos sin aptitud ni fuerza para conducir a un pueblo deslumbrado por la luz de la libertad…. La excitación de los ánimos en el Congreso era semillero de grandes absurdos y de las contradicciones más extrañas. Cada paso era seguido de ruidosas manifestaciones”.

Pertenece a un relato de los acontecimientos ocurridos en los albores de 1823. Y pregunto: ¿no es eso lo que estamos reprochándole al presidente Vicente Fox y a muchos miembros de la Cámara de Diputados?

En el siglo XIX las provincias asumieron que la independencia nacional era también independencia local y se aprestaron a elegir a sus propios gobernantes, pero apareció Antonio López de Santa Anna que se autoproclamó “protector” de la federación. Y pregunto: ¿no hemos desde los estados libres y soberanos padecido frecuentemente a quienes, sin declararlo abiertamente, se autoerigen como “protectores” y entonces nos escatiman y regatean los recursos económicos que nos pueden permitir crecer de mejor manera en provincia? ¿No es cierto que los gobernadores han tenido que constituirse en una fuerza política organizada bajo las siglas de Conago para hacer oír su voz y hacer que se tomen en cuenta sus opiniones? ¿No es cierto que estamos debatiendo desde las provincias un nuevo concepto de federalismo?

Sí, parece que la historia na’más da vueltas. Pero si eso es cierto, entonces bien haríamos en meditar las respuestas a las preguntas torales que nos hacemos hoy, porque las habrán de disfrutar o padecer las generaciones que nos siguen.

Quizá, si tenemos el suficiente talento, capacidad, valentía y compromiso con las grandes causas de nuestra patria, quizá en esta ocasión le ganemos la partida a Úrsula Buendía y en el futuro cercano no sintamos que la historia na’más da vueltas. ¿Podremos?

Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com

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