El triunfo contra Brasil de la Selección Nacional de Futbol Sub 17 embriagó a los mexicanos.
Y no es para menos, es la primera vez que se gana una copa mundial en una disciplina tan controversial como el futbol soccer que tantos fracasos ha dado a México.
Al igual que muchos paisanos, gozamos de esta victoria porque en primer lugar estos “niños héroes” demostraron que no existen límites cuando sobra voluntad, disciplina, audacia y decisión.
En segundo lugar porque despertó un optimismo, algo ingenuo e idealista, que nos hace pensar en el surgimiento de una generación de mexicanos más libre y ambiciosa.
Estos jóvenes que nadie conocía ni apostaba un peso por ellos, lograron de la noche a la mañana una hazaña extraordinaria. “Nunca creí que llegaría a dar una noticia de tal nivel en mi vida”, dijo el lunes un comentarista de la radio al referirse al campeonato de la Sub 17.
De 16 y 17 años de edad, los chicos nacieron a finales de los ochenta luego de los temblores del 85 cuando la sociedad mexicana decidió solidarizarse y salir adelante sin la ayuda de los gobiernos.
Crecieron más adelante en medio de una crisis económica y social que en 1994 sacudió todas las estructuras con la insurrección de Chiapas, el crimen de Luis Donaldo Colosio y el estallido económico de diciembre.
Al mismo tiempo han recibido una mejor educación, han disfrutado la apertura comercial y especialmente una apertura política, económica y social que antes no existía.
A diferencia de los mexicanos nacidos antes de los ochenta, estos jóvenes no vivieron la matanza de Tlatelolco, tampoco la cerrazón política de un sistema dictatorial que protagonizó un partido durante más de 70 años.
Los campeones de la Sub 17 han sido testigos de un país con libertad de expresión, con respeto al voto electoral, alternancia en el poder y lo que quizá es más importante: un sistema en donde quien estudia y trabaja puede progresar, sin olvidar desde luego los rezagos sociales.
En el pasado el éxito económico, el político y hasta el deportivo eran controlados desde las altas esferas del poder, ellos decidían a quién apoyar o a quién bloquear de acuerdo a los intereses del sistema gobernante.
Aunque una golondrina no hace verano, este campeonato manda una señal trascendente y positiva para México.
La lección para los adultos mexicanos es contundente. Quienes piensan que nada avanza están equivocados y peor todavía quienes consideran que el cambio sólo podrá darse desde arriba y bajo los designios de una clase o partido político.
Esta pléyade de adolescentes demostró que el cambio está en cada uno de nosotros, en cada corazón, en cada mente y en cada voluntad que día a día decide conquistar nuevos espacios.
Por décadas los mexicanos hemos valorado nuestra cultura pero al mismo tiempo hemos subestimado nuestras capacidades intelectuales, empresariales, deportivas.
Otros mexicanos han demostrado que se puede llegar muy lejos. Ahí están Octavio Paz, Juan Rulfo, Rufino Tamayo, Carlos Fuentes, Eugenio Garza Sada, Lorenzo Servitje. En el deporte Ana Gabriela Guevara, Soraya Jiménez, Hugo Sánchez, Rafael Márquez, Fernando Valenzuela, Vinicio Castilla.
Hay mexicanos sobresalientes a nivel internacional en prácticamente todas las actividades humanas, pero pocas veces se alcanza el éxito en equipos de conjunto. Vale la pena ser optimistas y poner nuestro grano de arena en promover una nueva generación de mexicanos decidida, audaz y madura, sin complejos ni telarañas mentales.
El cambio está a la vuelta de la esquina, pero hay que empujarlo entre todos como lo hicieron estos jóvenes valientes y emprendedores. Por cierto sin permitir que sean explotados por consorcios comerciales y partidos políticos, sería un crimen imperdonable.
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