Si usted es capaz de desentenderse por unos días del chistorete cotidiano de parte de López Obrador, de los anuncios de Creel afirmando con ojos llorosos que él sí es decente y de la última cantinfleada de Madrazo, entonces usted debe leer los siguientes párrafos. Le ofrecerán maravillosos pretextos para exiliarse de la política con provecho y regocijo durante el periodo vacacional.
Lo que sigue son recomendaciones de lectura para gustos variados y públicos diversos, bajo el criterio de que sigue habiendo vida después de El Código Da Vinci. Por ejemplo el libro Felicidad de Will Ferguson (editorial Emecé). Es una novela satírica que describe el día en que el mundo estuvo a punto de sucumbir gracias a un libro de autoayuda que incluía listas bobas pero eficaces para producir felicidad. Una especie de “tú estás bien, yo estoy bien” que acabó adoptando la humanidad y que casi termina por extinguir a nuestra especie. El propio editor del libro, un hombre cínico y desobligado, tuvo que emplearse a fondo para convencer a sus prójimos de que la mojigatería y la bondad extrema equivalían a un genocidio planetario. Will Ferguson, el autor, es uno de los hombres más divertidos del mundo y las páginas lo delatan. Adquirió celebridad cuando publicó el libro “Porqué odio a los canadienses” (Why I hate canadians) con una descripción hilarante de las idiosincrasias de los vecinos del norte. El único problema es que Ferguson es canadiense. Vive al pie de las Rocallosas, en Calgary, siempre dispuesto a trepar las montañas para escapar del enésimo paisano agraviado que toca a su puerta.
Si usted no está para reírse y más bien experimenta en estos días algunos humores melancólicos, le sugiero Camas separadas, de ediciones Cal y Arena. Una colección de cuentos cortos de varios autores sobre el insondable tema de las rupturas de pareja. “Estoy cansado de que me pregunte por qué nos separamos”, dice Alberto Ruy Sánchez en el relato Ese malentendido que me quema. “Cuando una relación amorosa comienza nadie interroga a los enamorados. Cuando termina debería ser igual. ¿De dónde viene esta idea de que enamorarse no necesita razones y desenamorarse sí?” Los diez relatos restantes, de otros tantos autores, tampoco nos explican por qué nos desenamoramos o nos desenamoran, aunque sí nos ofrecen una compañía tanto o más buena que un José Alfredo Jiménez o una copa de tequila para supurar por la herida.
Pero si su propósito es ahorrarse preocupaciones y simplemente sumergirse en una buena historia de detectives, el buen Henning Mankell siempre cumple. Editorial Tusquets acaba de publicar La pirámide, el libro más reciente sobre el inspector sueco Kart Wallander quien a lo largo de una decena de novelas ha resuelto todo tipo de crímenes truculentos a pesar de su diabetes galopante y su incapacidad para desarmar a un delincuente. La pirámide en realidad sería el antecedente de todas estas novelas, porque constituye una compilación de relatos sobre el joven Wallander, antes de convertirse en una celebridad internacional.
La última novela de Umberto Eco, La misteriosa llama de la reina Loana (editorial Lumen) es excelente, pero sólo es recomendable para lectores mayores de 50 años. Relata a buen paso y con garbo las aventuras de Giambattista Bodoni, un hombre entrado en años que despierta un día en el hospital sin saber quién es. Su esposa y sus amigos le ayudarán a enterarse de los datos biográficos primarios, pero Bodoni tendrá que descubrir por sí mismo y de manera tortuosa los secretos, amantes y pensamientos íntimos que poblaban su verdadera vida.
Para conseguirlo emprende de nuevo el recorrido por las experiencias y lecturas de cada etapa de su existencia. En el proceso de reinventarse Bodoni ofrece al lector una oportunidad de experimentar las mojoneras de nuestras propias vidas.
Para lectores más exigentes sugiero una novela motivo de culto. Imposturas, de John Banville es extraordinaria aunque muy demandante. Banville es un maestro inigualable del estilo; es profuso y elegante, a contracorriente del minimalismo tan en boga en años anteriores. Los párrafos de este irlandés son para leerse dos veces por la calidad de sus metáforas, por su poesía de estudiada sencillez y por el meticuloso y vasto registro de las pasiones susceptibles de sacudir el alma del ser humano.
Los lectores de espíritu pragmático que rehuyen la ficción bien harían en leer el libro de Jaime Montell, México: el inicio (1521-1534), publicado por Joaquín Mortiz. Montell escribe la historia en tiempo real: le tomó dos años publicar la crónica de estos primeros trece años en los que Hernán Cortés y los burócratas de la Corona se las arreglan para combatir entre sí y al mismo tiempo sojuzgar el mundo prehispánico luego de la caída de Tenochtitlan.
De hecho los dos primeros libros de Montell se titulan La Conquista de México-Tenochtitlan (2001) y La caída de México-Tenochtitlan (2003). Algo me dice que Montell no va alcanzar a llegar a la expropiación petrolera.
Ahora bien, si ninguna de estas lecturas le resulta de interés y usted encuentra que, pese a todo, le siguen intrigando los avatares de nuestros gobernantes, entonces usted está condenado a leer Los Suspirantes. Los precandidatos de carne y hueso, de editorial Planeta (coordinado por quien esto escribe). Si va a porfiar en asuntos de políticos, robándole tiempo a su descanso, le sugiero que al menos lo haga con método y profundidad. Los Suspirantes es un libro para conocer vida, obras e infamias de los que aspiran a gobernarnos.
Leer este libro es una manera de recorrer los otros libros. Las vidas de nuestros políticos cubren todos los géneros literarios: novela de terror, ficciones sobre pérdida de memoria, historias de amor y desencuentro, relatos de conquista y despojo. Todo ello contenido en los perfiles biográficos de los 19 suspirantes por la silla presidencial.
(jzepeda52@aol.com)