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Ley Seca/Nuestro concepto

Para los comerciantes organizados de Torreón, el cambio de estafeta en el Gobierno del Estado de Coahuila es –también- una oportunidad. En voz del presidente de la Cámara de Comercio, Ricardo González Aguilera, solicitan a las próximas autoridades “reconsiderar” el decreto de 1994 que impuso la Ley Seca Dominical, y a la vez piden se evalúen “los saldos negativos de esta medida en materia de alcoholes, la cual se ha manejado más bien bajo criterios políticos”.

El argumento es lineal: la Ley Seca daña a los comerciantes establecidos de Torreón por la desventajosa colindancia con Gómez Palacio, donde no existe restricción en los horarios, a lo que hay que sumar un clandestinaje fuera de todo control. El líder de la Canacoto dice que la venta de alcoholes es llanamente un negocio, que debe ser regulado y controlado por las autoridades estatales y municipales, pero no “satanizado”, partiendo de la base de que los comerciantes establecidos pagan impuestos, crean empleos y los clandestinos nada. Simplemente tiene razón.

El decreto de 1994 significa una pesada carga para los comerciantes formalmente establecidos, ya que abrió de par en par las puertas a la ilícita actividad del clandestinaje, tanto en el área rural como urbana. “Es muy sencillo comprar vino o cerveza en los sitios ampliamente conocidos, sobre todo por elementos policiacos”, señala González Aguilera, y tal vez sin pretenderlo, coloca el dedo en la llaga.

De qué sirve una regulación si en los hechos se ignora; qué justificación puede existir a la prohibición de venta de bebidas alcohólicas los domingos o después de cierta hora, si en las calles cualquier ciudadano puede adquirir la bebida que desee y en la cantidad que guste sin que existan consecuencias. Los clandestinos satisfacen un mercado real que no ha cambiado sus gustos y preferencias en once años de vigencia de la prohibición.

Efectivamente, tal vez llegó la hora de reconsiderar el decreto y jugar más con la realidad y menos con las “buenas intenciones” que no se vigilan y que finalmente sólo sirven para alimentar la simulación y la corrupción.

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