Tiwanaku (Bolivia), (EFE).- El solsticio de invierno en el hemisferio sur marcó la llegada del año 5513 para los aymaras de Bolivia que celebraron con una fiesta religiosa en las ruinas prehispánicas de Tiwanaku, cuya antigüedad es todavía un misterio.
La celebración del "Machaq Mara", el Año Nuevo andino, no tiene una explicación en un calendario oficial como en otras civilizaciones, pero ha servido desde hace más de una década para revalorizar la cultura y fomentar el turismo en el lugar.
Los sabios aymaras convienen en que hasta 1492, año de la llegada de los españoles a América, transcurrieron cinco mil años desde el origen de la civilización andina, de tal forma que conmemoraron el 5513, aunque existen arqueólogos que plantean dudas sobre esa teoría.
La ceremonia comenzó justo cuando los primeros rayos bañaron a las 7.15 hora local (11.15 GMT) las ruinas de Tiwanaku, donde miles de personas levantaron las manos con dirección al Sol para beneficiarse de la energía solar, según la creencia popular.
Los ruegos de bendiciones y prosperidad a los dioses tutelares Inti (Sol) y la Pachamama (Tierra), a quienes se dedicaron ofrendas y oraciones en lenguas nativas, marcaron los primeros minutos del Año Nuevo aymara, seguidos de abrazos para desear felicidad, como se acostumbra en occidente.
Los ritos con braseros, hojas de coca, música autóctona y banderas multicolores andinas o "whipalas" flameando en el cielo marcaron el punto culminante de la ceremonia en medio de los monumentos prehispánicos, cuya presencia multiplica entre los visitantes la sensación de estar en un lugar sagrado.
Esta experiencia condujo un año más a miles de personas a Tiwanaku, pese a las bajísimas temperaturas registradas desde la noche anterior en estas tierras áridas del altiplano boliviano, situadas a 4.000 metros sobre el nivel del mar.
El amauta (sabio) Valentín Mejillones transmitió en el acto principal el pensamiento andino al proclamar como principios "la equidad, el equilibrio, la unidad y la paz" en la vida y sus metas de obtener "una educación liberadora" y "un Estado propio".
El Año Nuevo se celebra desde hace más de una década y en cada ocasión va ganando importancia, pese a que su remoto origen de más de cinco mil años es dudoso para algunos expertos.
El arqueólogo Jedú Sagárnaga, que recientemente hizo un valioso descubrimiento de cerámica tiwanakota en el lago Titicaca, dijo a EFE que no hay "ninguna evidencia histórica, ni arqueológica de que en la época precolombina se haya celebrado el cambio de año como en el mundo occidental".
Los aymaras, que admiten haberse apropiado de esta celebración, no tienen una antigüedad superior a los 800 o 900 años y Tiwanaku floreció entre el 1580 antes de Cristo y el 1172 de nuestra era.
No obstante, el ritual, agregó Sagárnaga, ha tenido la virtud de permitir que la gente de las ciudades "mire otra vez al mundo andino, empiece a revalorar nuestro patrimonio cultural", de tal forma que el Año Nuevo cada vez se expande más allá de Tiwanaku.
Ahora la celebración se repite en El Alto; en la Plaza Murillo de La Paz, donde están el Palacio de Gobierno y del Parlamento; en los valles centrales del país, habitados por indígenas quechuas, y en las ruinas del fuerte de Samaipata, construido por los incas en el departamento de Santa Cruz, en el oriente tropical del país.
Los aymaras aseguran que el 5513 será otro año del Pachakuti o del "renacimiento de un nuevo tiempo" iniciado en 1992, cuando se cumplieron los 500 años de la llegada de los españoles a América.
Desde entonces los pueblos indígenas han protagonizado revueltas y movimientos insurgentes para pedir una mayor participación en el manejo del poder, recuerdan representantes del pueblo aymara.