La semana pasada hice algunas reflexiones sobre la evolución de la economía global. Considero oportuno comentar en esta ocasión las perspectivas económicas de nuestro país por los próximos 18 meses, que estarán en función de dos factores. Por un lado, el entorno económico internacional, en particular lo que suceda con Estados Unidos, las tasas de interés y el precio del petróleo. Por otro lado, el ambiente político interno, donde la evolución de las escaramuzas políticas, las campañas electorales y el resultado de la contienda por la presidencia de la República en 2006, tendrán repercusiones sobre el comportamiento de las variables financieras y las decisiones de inversión de las empresas en México.
Tomando en consideración dichos factores considero que el desempeño económico de México en lo que resta de este año y 2006 será, en el mejor de los casos, algo menos favorable que en el pasado reciente. No hay razones que me hagan pensar que podemos superar, por ejemplo, lo sucedido el año pasado. Por el contrario, existen suficientes incertidumbres en los horizontes económico externo y político interno que pueden trastocar la actividad económica y deteriorar considerablemente nuestro desempeño.
En relación con el ambiente económico internacional, la Reserva Federal (Fed) anunció ayer otra alza de un cuarto de punto porcentual en su tasa de interés de referencia, para ubicarla en tres por ciento. Esta decisión de alzas moderadas de la Fed coincide con la expectativa que se dará una corrección suave de los desequilibrios estadounidenses y, por consiguiente, se mantendrá un ritmo de crecimiento económico robusto, si bien inferior al del año pasado.
La opinión de los economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI) también va en esa dirección. Ellos ven, además, que China registrará un enfriamiento leve y paulatino, manteniendo éste y en 2006 un crecimiento promedio ligeramente por encima del 8 por ciento. En ambos casos, sin embargo, el ritmo de expansión es inferior al del pasado reciente, por lo que tendremos una economía global que avanzará también a un menor ritmo que en 2004.
La esperanza es que Europa Occidental y Japón compensen con un mayor crecimiento los menores dinamismos de Estados Unidos y China. Me parece que este supuesto es optimista, en particular cuando una y otra vez han fracasado los intentos de reforma en Europa y Japón, obligando a los analistas en repetidas ocasiones a revisar hacia abajo sus estimaciones de crecimiento para esas economías.
Por tanto, en un contexto de debilitamiento paulatino de las principales turbinas económicas no estoy convencido que el resto del mundo logre compensarlo con un mayor dinamismo, por lo que me parece que no es aventurado afirmar que en materia de desempeño económico global en los próximos 18 meses las cosas serán, en el mejor de los casos, similares o algo menos positivas que las actuales. No podemos descartar, sin embargo, la posibilidad de un tropiezo brusco de Estados Unidos o China en ese lapso, lo que cambiaría totalmente el panorama que describo a continuación.
Un escenario externo bueno a secas, haciendo a un lado por ahora el tropiezo brusco, se traducirá para México en resultados buenos “a secas”, pero bastante mediocres si se comparan con los obtenidos por otras naciones emergentes y con los niveles necesarios para sacarnos del subdesarrollo.
Esto quiere decir que lo mejor ya pasó y, si las cosas salen bien, veremos un comportamiento mediocre de nuestras principales variables macroeconómicas. El crecimiento del PIB se ubicará este año y en 2006 entre tres y cuatro por ciento, cifra inferior a la de 2004. La inflación, por su parte, seguirá oscilando entre cuatro y cinco por ciento, lo cual no es todavía el nivel objetivo del Banco de México, pero tampoco se vislumbra la aparición de una explosión inflacionaria.
Los mayores cambios se darán, sin duda, en el nivel de las tasas de interés. El alza de las tasas en Estados Unidos no ha terminado. La tasa de referencia de la Fed se ubicará cerca del cuatro por ciento al final de este año y lo rebasará para fines de 2006. En dicho contexto, no veo cómo podamos esperar tasas de Cetes a 28 días menores al 9 por ciento en los próximos 18 meses. Considero que los niveles actuales se mantendrán un tiempo, y en algún momento entre la segunda mitad de este año y 2006 veremos tasas de doble dígito.
El ambiente político interno puede, sin embargo, trastocar las perspectivas mencionadas, lo cual es particularmente cierto para las variables financieras, que seguramente registrarán una mayor volatilidad según se aproximen las elecciones del 2006. Me resulta muy difícil aceptar que los mercados financieros conservarán la calma y serán inmunes no sólo al juego político, sino a la alta probabilidad de que Andrés López todavía encabece las preferencias de los electores en la primera mitad del año próximo. La situación se vislumbra todavía más complicada si este personaje mesiánico y egocentrista llegase a ganar las elecciones presidenciales.
Muchos se niegan siquiera a considerar esa opción, pero jugarle al avestruz no es una buena estrategia financiera. Los optimistas ven en Andrés a Lula, mientras que los pesimistas lo asemejan a Chávez. Mi opinión se alinea con los pesimistas. Si el “rayo de esperanza” aparece en las boletas electorales y gana la elección, independientemente de cuál de las dos caretas utilice, o si nos sorprenda con una tercera, lo más seguro es que independientemente del entorno externo y mientras se aclara el panorama nacional, veamos hacia fines de este año y la primera mitad del próximo un freno a la inversión privada, un alza de las tasas de interés y una depreciación del peso.