De lo que se decida hoy en Hong Kong dependerá la prosperidad de cientos de millones de seres humanos. Suena desmesurado, no lo es. De hecho la historia es antiquísima. Desde siempre el comercio ha sido una fórmula de aprovechamiento de los recursos naturales, de la ubicación geográfica, de las particularidades de cada latitud. Desde siempre el comercio ha sido una gran fórmula para generar riqueza. Braudel diría ha sido además una forma civilizadora. También desde siempre el comercio enfrenta a los pueblos, a las regiones, a las naciones. En eso nada ha cambiado.
Lo que sí ha cambiado es el impacto del comercio sobre la humanidad. Atrás quedó la sociedad agrícola que fue desplazada hace apenas unos minutos históricos, por la sociedad industrial. Decenas de millones de seres humanos mudaron su actividad. La nueva fuente de riqueza estaba en las ciudades. Durante siglo y medio el derrotero pareció insuperable. William J. Bernstein (The Birth of Plenty) sostiene que la mayor parte de la riqueza que hoy existe en el orbe se generó después de 1848. Las naciones se empeñaron en carreras individuales. Una nueva división entre ricos y pobres dividió al mundo. Las sorpresas no terminarían allí: aparecerían los servicios, el comercio incluido.
Las guerras mundiales, con la Gran Depresión de por medio, provocaron un proteccionismo generalizado. El comercio internacional vivía días nublados. Pero los negocios obligan. Grandes oportunidades se estaban perdiendo por un dogma insostenible. En 1947, en La Habana, 57 naciones suscribieron una Carta de filosofía liberalizadora. Nunca entró en vigor. Los proteccionistas en Estados Unidos eran mayoría. Sin embargo al año siguiente, en Ginebra, se logró la firma del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT). Durante casi medio siglo, y con muchos tropiezos, la liberalización comercial avanzó. En 1998 ya había 96 miembros. No era una cuestión de dogma: el comercio, la apertura, con todos sus riesgos, mostró ser una fuente notable de prosperidad. La fantástica investigación de Angus Madison (The World Economy, a Millenial Perspective) es apabullante al respecto. En 1950 el total del intercambio comercial en el mundo no llegaba a los 300mil mdd. En 1998 fueron casi seis millones de dólares. Según el Banco Mundial las últimas dos décadas del siglo XX han sido las de mayor disminución de pobres absolutos de que se tenga registro. El comercio muestra sus alcances.
No todo fue historias de éxito. La apertura generalizada quebró ramas industriales enteras en ciertas naciones, arrinconó a productores agrícolas en países muy pobres como el caso de Burkina Faso en África que reporta El País. Está también la desgarradora historia de los productores asiáticos de arroz desplazados principalmente por otros productores asiáticos o el dramático caso del algodón que ha empobrecido a los productores tradicionales por los subsidios del gobierno estadounidense a sus productores. El dolor se muestra también en una terrible polarización entre los ricos y los pobres. Pero, de nuevo, las potencialidades del comercio internacional son tantas que en la última ronda del GATT en Uruguay se decide dar un paso más. Así nace la OMC que hoy reúne a 148 estados de los poco más de 190 registrados en la comunidad internacional. Los peores obstáculos a la liberalización comercial hoy están dentro de los Estados Unidos y la Unión Europea. Ella sola otorga alrededor de 300 mil mdd. de subsidios anuales. Muchas vacas de países ricos reciben más apoyo que millones de seres humanos atrapados por la miseria. La gran pregunta de hoy en Hong Kong no es si el comercio puede generar prosperidad, sino cómo frenar la competencia injusta que abre un amplio territorio a los globalifóbicos.
De verdad se volverá el mundo “plano” como afirma Thomas L. Fiedman o, por el contrario, los fracasos de las rondas comerciales como Doha anuncian ya el fin de una era. El largo plazo siempre será un misterio. Lo que sí queda claro es que, incluso sin grandes avances en la liberalización, en las próximas décadas la brutal dinámica de las exportaciones cruzadas difícilmente se colapsará. La simple inclusión de China en la OMC abre capítulos inéditos para el comercio. Quien se descuide podría ver al comercio chino convertirse en una auténtica pesadilla. Pero quien pueda penetrar al gran monstruo encontrará mercados sin precedentes en la historia.
¿Y México, cómo anda en esto? Por el nivel general de nuestros aranceles podemos presumir de ser una de las economías más abiertas del mundo. Lo mismo concluiríamos por el número de acuerdos comerciales firmados. Por nuestro superávit con Estados Unidos, algo así como 60 mdd, podríamos decir que vamos viento en popa. Pero no es así, nuestro déficit comercial con la Unión Europea crece, como también ha crecido el número de países miembros. Los asiáticos nos venden cada día más sin que nosotros logremos venderles. Por si fuera poco hasta con Brasil tenemos un déficit importante. Las importaciones de Estados Unidos son sustituidas por productos asiáticos. Lo que ganamos al norte lo perdemos en nuestras otras relaciones comerciales. En realidad estamos en problemas.
Por eso vale la pregunta, ¿cuál es la estrategia comercial de los aspirantes a la Presidencia? Porque mientras el mundo se mueve, aquí estamos atrapados en una guerra de enanos. En comercio internacional llevamos cinco años dando tumbos, el margen de maniobra no durará para siempre. Qué proponen señores candidatos, porque algo queda claro, sin una estrategia, en pocos años estaremos arrinconados. No hay pretextos: lo sabíamos.