A punto de que las escuelas de la región terminen su año escolar, llega el tiempo de pensar -para quienes acaban el ciclo de bachillerato, preparatoria o vocacional- sobre la universidad que es la mejor opción para cada caso en particular.
En estos días, el bombardeo publicitario es grande; cada institución ofrece sus servicios, haciendo notar los beneficios que tienen a su disposición y pocas son las que tratan otros asuntos de igual interés, como el de calidad contra costo, -caso de las particulares- o la necesidad de realizar otros estudios, fuera de las materias que conforman sus respectivos planes y programas, como los idiomas y hasta el aprendizaje del manejo de software especializado.
Más allá de eso, algunas ofrecen ventajas competitivas que no pueden sustentar, todo con el fin de posicionarse en La Laguna y sumar alumnos de nuevo ingreso, olvidando lo que son o debieran ser por excelencia, o al menos lo que representan ante la sociedad: la defensa de la verdad; la educación y la cultura a la que todos aspiramos; el ejemplo que toman de ellos y de sus políticas los jóvenes, futuros profesionistas.
La pregunta que tiene que ver con la grave decisión es: ¿cómo le hace un padre de familia y su hijo para definir sobre una u otra opción y evitar ser sorprendidos?
En primer término, le digo que no es una decisión fácil. No existe una fórmula exacta y mucho menos recetas de cocina, pero sí indicadores que pueden ayudar a tomar el camino correcto. Le recomiendo que estudie bien las opciones.
Hoy en día, una universidad que no incluye en sus planes la formación profesional integral humanista, está fuera de la vanguardia educativa internacional; con esto quiero recomendarle que se fije en los programas de estudio, vea si tienen la suficiente cantidad de materias de formación humana, de idiomas, o aquellas que tienen que ver con el manejo de computadores y programas computacionales.
Habrá algunas que traten de obviarlas, buscando disminuir sus costos de operación, disfrazando la realidad con lemas publicitarios.
También le sugiero revise que tipo de personal administrativo y docente las constituyen: recele de aquellas que cubren los puestos de maestros o directivos con personas que se ufanan de “mucha experiencia en distintas universidades”; en la mayoría de los casos, se trata de gente que no ha sido aceptada y hasta despedida de otras instituciones educativas, por su mal desempeño profesional o conducta.
Fíjese si entre los servicios le incluyen los que se refieren a la calidad de vida; deportes y actividades culturales con real fondo educativo, no sólo aquellas que sirven para “taparle el ojo al macho”. Le insisto que los deshonestos, ayudados por la mercadotecnia, esconden sus deficiencias y hasta las hacen parecer aciertos.
En el mundo de la Sociedad del Conocimiento, los profesionales que no tienen formación de corte internacional a través de programas de intercambio con otros países ven mermadas sus oportunidades. No se deje sorprender con falsas ofertas de altos costos.
Usted no necesita una universidad que le ofrezca estancias en otras instituciones extranjeras, si el ofrecimiento incluye el pago total de las colegiaturas en los lugares respectivos. Si cuenta con el dinero suficiente para cubrir esos precios, entonces, ¿para qué quiere intermediarios?
El estudio de una licenciatura requiere la inclusión del conocimiento del manejo de la computadora, con los programas que sean convenientes para cada caso: vea qué le ofrecen realmente, qué equipo de cómputo ponen a su servicio, con qué programas y qué personal, calificado o no, estará sirviéndole en los centros especializados.
Ya en otros “Diálogos” hemos comentado de los intangibles de la educación, tales como la calidad de ambiente que existe en las universidades. Ése se construye con base a los reglamentos, políticas, usos y costumbres establecidos. Pida que le muestren los documentos respectivos y no deje de investigar los antecedentes de las personas que le atienden, porque hay “lobos que se visten con piel de oveja”.
Algunas instituciones anuncian con letras grandes y hasta con colores el precio inicial, -como el enganche en las mueblerías- luego muestran con menudas otros costos como pagos por uso de centros de cómputo, biblioteca, seguros médicos, cuotas de inscripción, etc., todo debe ser incluido en un gran total que sobresalga, de hecho, cuando se presentan las cantidades de esa manera generan confusión y reflejan ocultamiento, razón suficiente para desconfiar.
Puede que se sorprenda cuando sume totales y compare, ante todo, asegúrese que podrá enfrentar el compromiso económico adquirido con las “letras chiquitas” de los documentos de inscripción.
Le escribí lo anterior, porque al interior del medio universitario privado se ha desatado una fuerte discusión sobre lo que es permitido y lo que no; lo honesto y lo deshonesto; lo ético y lo que queda fuera de la ética. Tal ha sido el caso, que llevó a la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES) a publicar un documento denominado: “Reglas de Conducta para el Uso de la Publicidad y la Promoción por Parte de Instituciones Afiliadas”, las que ha distribuido como firme recomendación; le comparto sólo dos de ellas:
La tres, dice: “la información presentada en la publicidad de las instituciones debe ser veraz, correspondiendo plenamente a las características, datos, costos, servicios, requisitos y demás elementos que realmente identifican su oferta educativa, de tal manera que la información sea fácilmente verificable por el público”.
La cuatro: “las instituciones miembros deberán omitir el uso de información que induzca al error, relacionada con hechos futuros de realización incierta o que no sean comprobables; asimismo deberán evitar referirse sólo a facilidades de ingreso, descuentos u otro tipo de campañas de promoción dejando fuera información relacionada con los programas académicos que constituyen su oferta educativa”.
Dicen que “cuando el río suena es que agua lleva”, si la propia FIMPES recomienda y pone reglas, es que seguramente no todas las instituciones hablan con verdad.
También le recomiendo que se asegure que todo aquello que le prometen pueda hacerlo válido al finalizar sus estudios; es decir, que cuente con las pruebas suficientes para exigir el cumplimiento del ofrecimiento al ingreso, por la vía legal si es necesario. De hecho, si se niegan a ello, será un síntoma inequívoco de que no se conducen con honestidad.
Por último, le recuerdo del recurso que tiene en sus amigos y conocidos con criterio suficiente para poder externarle una opinión; ellos, sin duda le podrán ayudar a tomar una mejor decisión, que al fin y al cabo se trata del resto de su vida o la de su hijo. ¿Está usted de acuerdo conmigo que esto no se puede tomar a la ligera?
ydarwich@ual.mx