México, (Notimex).- En tres cuevas del estado de Coahuila que eran utilizadas como criptas fueron hallados bultos mortuorios de tres infantes y más de 100 adultos que datan del siglo XIII, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La arqueóloga Leticia González, investigadora del Centro INAH en esa entidad, también dio a conocer que esos bultos estaban con todos los artefactos asociados dentro y fuera de la mortaja y que con ello se demuestra que los cazadores recolectores del desierto de Coahuila rendían culto a sus antepasados.
En su proyecto de investigación Bultos Mortuorios, la experta analiza las cuevas fúnebres del desierto del norte de México, y específicamente de Coahuila, como las de La Candelaria, Del coyote y De los tres manantiales, esta última, descubierta hace dos años en la Comarca Lagunera, al suroeste del estado.
En la región de Cuatro Ciénegas se localizaron tres infantes y 20 adultos; pero en la cueva de La Candelaria se presume la presencia de 90 individuos, lo cual pudo determinarse a partir de los cráneos localizados.
González resaltó que se trata de espacios intervenidos con anterioridad, pero sin control; entonces, cuando llegaron los primeros investigadores en 1960, se encontraron con que los bultos mortuorios habían sido abiertos y los huesos estaban dispersos.
A pesar de ese inconveniente, se llevó a cabo una exhaustiva exploración en la cueva de La Candelaria, y se estudiaron los materiales, pero no ubicados dentro de un contexto mortuorio, sino desde una perspectiva funcionalista.
No obstante las importantes aportaciones que arrojó dicha investigación, González consideró indispensable realizar el minucioso estudio desde su contexto; es decir, desde la perspectiva del ritual mortuorio, porque de esa forma se pueden revelar muchos y nuevos datos sobre las sociedades vivas de esos tiempos.
Ante esta iniciativa, la investigadora realiza una subdivisión de los objetos encontrados en las cuevas para obtener información más precisa al respecto; por un lado, estudia los mantos tejidos que se utilizaron como parte de la mortaja, así como las bandas y los cordones que servían para atar el cadáver.
Otra subdivisión son los adornos e instrumentos de trabajo, que se localizan fuera de la mortaja, como lanzas, arcos, enormes canastos y los palos escarbadores que miden entre 50 y 60 centímetros de largo.
Entonces, luego de las mencionadas subdivisiones de objetos, la especialista plantea que el ritual mortuorio entre los cazadores recolectores del desierto del norte de México era dividido en varios segmentos.
Por una parte, la preparación del cadáver, es decir, colocarle sus vestimentas, adornos, e instrumentos; envolverlo con el manto y amarrarlo; una peculiaridad es que todos los esqueletos encontrados en esta parte del país se encontraron flexionados.
La siguiente etapa era el traslado del cuerpo a las cuevas mortuorias, para ser depositado; es importante precisar, dijo, que las que están localizadas en Coahuila, son subterráneas; se entra por una especie de agujero muy reducido y después de recorrer unos cinco o seis metros se abre a una cámara.
Es decir, son una especie de mausoleos, pero naturales, porque en el estado existen muchas cuevas de ese tipo; una especie de grutas, pero muy pequeñas, esa es también una de las razones por las que el cuerpo era flexionado.
La siguiente etapa en el ritual fúnebre consistía en la preparación del espacio de la cueva, en donde se depositaba el cuerpo; porque se pudo observar que no eran dejados simplemente en el suelo, sino que había toda una elaboración, los organismos eran colocados sobre camas de madera, de pencas de nopal u hojas de maguey.
Fuera de la mortaja se colocaba todo lo que no cabía, obviamente, dentro de ella: enormes canastos, flechas, arcos, y los denominados palos escarbadores, todo esto es una constante en las tumbas. Los restos humanos eran depositados en el lecho fúnebre, pero nunca enterrados propiamente.
A partir de esta investigación, la arqueóloga afirmó que ha podido llegar a varias conclusiones, aunque de una manera parcial, en lo que respecta a la cueva de La Laguna; es decir que entre los cazadores recolectores existió un culto a la muerte.
Por otro lado, el ritual se dividía en varias etapas y los cadáveres no eran enterrados sino depositados en las cuevas junto con artefactos de cazadores; se repite mucho la presencia de tres artículos (los arcos, los enormes canastos y los palos escarbadores).
Asimismo había dos tradiciones mortuorias que pueden diferenciarse: por un
lado en la que se envuelve al muerto en un manto tejido y la otra en un petate.
En lo que respecta a Cuatro Ciénegas, que está más en el corazón del desierto de Coahuila, se han podido diferenciar dos tratamientos: en el caso de los niños, tres restos estaban envueltos en piel de venado, y posteriormente en petate; los adultos solamente en petate.
Sobre la antigüedad de los restos humanos como artefactos, la arqueóloga asegura que prácticamente no se han hecho fechamientos; los últimos fueron entre 1953 y 1954 en la cueva de La Candelaria, y se presume que datan del siglo XIII; es decir, de entre los años 1200 y 1230 de nuestra era.
Datos que ha podido corroborar, porque en uno de los espacios fúnebres de uno de los tres infantes, localizado en Cuatro Ciénegas (aunque dos de los restos infantiles fueron saqueados) uno de ellos se pudo determinar de qué cueva provenía.
Con esos datos, la investigadora excavó el lugar y obtuvo la prueba de carbono 14 y algunas puntas de proyectil indicadoras de la cronología que apuntan hacia el siglo XIII; aunque hay sospechas de que pueden tener una antigüedad mayor, los resultados de las investigaciones señalan por el momento esa época.
González apunta finalmente que la investigación no ha concluido y que tratará de resolver muchas incógnitas que surgen en el mismo avance del estudio.
