Explosiones cobran la vida a 50 personas; sigue la búsqueda de víctimas.
EL PAÍS / AGENCIAS
LONDRES, INGLATERRA.- Londres recuperó ayer el pulso vital: nada hacía indicar que había vivido el peor atentado terrorista de su historia, una matanza que ha segado la vida a 50 personas. Las labores de rescate seguían en los sitios de las explosiones.
El Gobierno británico maneja con prudencia el drama de los atentados, mientras la sociedad ha rechazado reaccionar con dramatismo a la tragedia vivida. Había autobuses por doquier y el Metro había vuelto casi a la normalidad: sólo se mantenían suspendidos los tramos más cercanos a las estaciones que sufrieron los atentados.
Aunque las autoridades británicas mantienen un gran hermetismo informativo, fuentes conocedoras de la investigación afirmaron que al menos uno de los terroristas, el que hizo volar un autobús en Tavistock Square, murió en el atentado, aunque eso no significa que fuera un suicida. El jefe de Scotland Yard, Sir Ian Blair, se limitó a decir que “no hay ningún indicio de que se tratara de un atentado suicida, pero tampoco de lo contrario”.
Mientras tanto, Italia se ha manifestado en estado de alerta, temen que tras Reino Unido, Roma sea el próximo blanco de un ataque terrorista de Al Qaeda, entre otras razones por la presencia de fuerzas italianas en Irak. El diario La Repubblica titulaba ayer: “la alerta de los servicios de Inteligencia: ‘después de Londres, nos toca a nosotros’”. Italia ya recibió dos amenazas. La primera amenaza, difundida en Internet, estaba dirigida al primer ministro, Silvio Berlusconi.
La segunda amenaza está firmada por un grupo casi desconocido y que se decía cercano a la red de Osama bin Laden y amenazaba con atentar en Roma, “capital de los infieles”. El comunicado explicó que “los leones de la guerra santa en Europa están preparados para lanzar duros ataques contra los gobiernos que colaboran con los cruzados, los estadounidenses, los enemigos de Dios, el profeta y los musulmanes”.
ELEMENTOS DE RASTREO.
Por otro lado, los investigadores británicos cuentan con multitud de elementos para rastrear y poder identificar a los autores de los cuatro atentados del jueves siete de julio. Uno de ellos son los explosivos: se trata de cargas de menos de cinco kilogramos de un explosivo de tipo militar. El Ejército, que suele trabajar con un gran secretismo, es el encargado de esta parte de la investigación.
Los investigadores no tienen aún una idea clara de cómo fueron detonadas las cargas explosivas en el Metro. La posibilidad de que se utilizaran teléfonos móviles como en los atentados de Madrid no está descartada. Aunque no está confirmado, se sabe que el terrorista que viajaba en el autobús de la línea 30 murió en el lugar del crimen, pero no se sabe si hizo detonar el explosivo o este estalló por accidente.
Uno de los aspectos más llamativos de la serie de atentados es que todos ellos tienen en común la estación de King’s Cross. Por allí pasa la línea circular, que se extiende al Oeste hacia Edgware Road y al Este hacia Liverpool Street y Aldgate. También la línea Piccadilly, que va en dirección sur hacia Russell Square. Y la línea 30 de autobuses.
La Policía hizo constantes llamamientos a la colaboración ciudadana, un mensaje dirigido especialmente a la comunidad musulmana, a la que se pide que comunique de manera anónima cualquier pista que pueda llevar a los autores del crimen.
El ministro del Interior, Charles Clarke, advirtió que los atentados del 7-J “no pueden oscurecer anteriores éxitos” de los servicios de espionaje, pero reconoció que “desde luego ha habido un fallo en la Inteligencia en el sentido de que no hemos sabido lo que nos iba a ocurrir”.