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Los animales se convierten en sismógrafos

Bahía de Caráquez (Ecuador), (EFE).- Un repentino fervor por los animales se ha apoderado de los habitantes de la costa ecuatoriana, que los adquieren y mantienen en sus casas con la esperanza de que les avisen de la inminente llegada de un maremoto.

Iguanas, conejillos de Indias, e incluso serpientes, se han convertido en mascotas de moda porque los habitantes de las costas ecuatorianas han experimentado en los últimos cuatro días hasta 80 sismos de una intensidad media de 5 grados en la escala abierta de Richter.

Arturo Romero, responsable de la Comandancia de Marina, aseguró que no hay que tener miedo de la actual situación porque se trata de un "enjambre sísmico", que puede durar varios meses, y que un "tsunami" sólo puede originarse a partir de los siete puntos de intensidad.

Un argumento poco consistente para los pobladores de una ciudad, Bahía de Caráquez, que en el 4 de agosto de 1988 quedó casi completamente destruida por un terremoto que, afortunadamente, no causó víctimas humanas.

Informados por los medios de comunicación, los habitantes de la costa ecuatoriana saben que el maremoto que asoló las costas del sudeste asiático el pasado 26 de diciembre acabó con la vida de 225 mil personas, y se muestran recelosos de que lo mismo les pueda ocurrir a ellos.

La prensa aseguró que en Asia muchos animales lograron escapar del "tsunami" gracias a su sexto sentido, que les permitió huir a tiempo de la oleada mortal.

De hecho, Ecuador se encuentra situado en la llamada "franja de fuego" del Pacífico, lo cual coloca a éste país en una situación muy vulnerable en lo que se refiere a las posibilidades de sufrir terremotos y erupciones volcánicas.

Según fuentes del Instituto Geofísico de Ecuador, el actual fenómeno, cuyo precedente hay que situarlo 50 años atrás, se debe al choque de la placa tectónica de Nazca con la continental americana.

Wilma de La Peña, una habitante de esta localidad, mostró una serpiente que acaba de adquirir, y que mantiene en un terrario en su propio domicilio porque, según explicó, "son las mejores para detectar los movimientos de la tierra".

Pero no es la única, ya que muchos otros habitantes de la costa se han apresurado a comprar animales considerados sensibles a los movimientos telúricos, sobre todo en las provincias costeñas de Manabí y Esmeraldas.

Muchos han comprado el roedor andino llamado cuy, y otros han decidido observar a sus caballos y vacas, tarea que han delegado en los niños de la familia, a quienes han instruido para que estén muy atentos a los posibles cambios de conducta y nerviosismo de los animales.

Con el fin de aliviar la creciente ansiedad de los habitantes de la costa las autoridades ecuatorianas han comenzado unos cursillos de instrucción.

En ellos se les enseña a estar atentos a los bruscos descensos del nivel de mar, a los temblores de tierra y a los ruidos extraños en el agua.

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