Los occidentales cristianos, en nuestra ostentosa soberbia, solemos pensar que el mundo gira en torno nuestro: a nuestros valores, nuestros idiomas y nuestra forma de ver las cosas. De manera tal que dejamos de percibir que buena parte del mundo ni nos fuma y sigue su propio camino.
(Sí, México es parte del Occidente cristiano, digan lo que digan los indigenistas alucinados. Cuyas protestas, por cierto, son ruidosamente emitidas en castellano…).
Así, para mucha gente será una auténtica sorpresa saber que la actriz más vista en las pantallas de plata del mundo no es Julia Roberts ni Nicole Kidman (ambas muy observables, lo que sea de cada quien), sino la diva hindú Aishwarya Rai, cuya hermosa cara aparece en películas que son vistas por unas dos mil millones de personas al año (un tercio de la especie humana). De la misma manera que hay cientos de millones de fanáticos al cine que no tienen la más remota idea de quién es Mel Gibson o Tom Cruise, pero siguen con pasión las peripecias y maromas de Jackie Chan… a quien, por desgracia, sólo vemos de vez en cuando por estos lares y eso en papeles infames (¡con Owen Wilson, por el amor de Dios!).
Y la semana pasada, el jueves para ser preciso, un acontecimiento nos recordó, una vez más, que este planeta sigue sus propios ritmos, que no necesariamente son los que conocemos. Y es que el jueves fue día de Año Nuevo. No para nosotros, pero sí para una quinta parte de la Humanidad. El jueves empezó el Año del Gallo, de acuerdo al calendario tradicional chino. Que para ellos viene siendo el 4703, no el 2005. Después de todo ¿por qué los chinos habrían de contar los años en base al nacimiento en Palestina de un señor que para ellos no tiene la más remota importancia… y que decenas de millones no saben ni que existió?
Efectivamente, la base para contar el tiempo en China arranca el 28 de marzo de 2637 a. C. (según nuestro calendario), fecha mítica del ascenso del primer emperador o de cuando se descubrió la infiltración del narco en la Ciudad Prohibida de Pekín, o algo por el estilo. El calendario chino es endiabladamente complejo, y sigue ciclos de sesenta años (el que acaba de empezar es el vigésimo segundo año del septuagésimo octavo ciclo). El ciclo actual empezó nuestro dos de febrero de 1984… no que sirva de mucho a la hora de quitarnos los años o de ir presupuestando el botox…
Los chinos elaboran su zodiaco y hacen sus predicciones (aunque sospecho que a Walter Mercado allá lo habrían fusilado hace buen rato) en base al año en que uno nace, no al mes como en Occidente. Así, para ellos no importa si uno es Libra, Piscis o Sagitario, sino si vio la primera luz en un Año del Tigre, del Conejo, del Caballo o de la Rata (año en que han de nacer muchos políticos… allá y acá). Cada animal distintivo tiene, como en el zodiaco occidental (heredado de sumerios y griegos) ciertas características positivas y negativas. Así, el año pasado (del Mono) en China hubo un número inusual de matrimonios, no tanto porque el chango sea de buen augurio, sino porque la tradición indica que tomar decisiones trascendentes y a largo plazo en un Año del Gallo resulta fatal. Según ellos, en Gallo ni te cases ni te embarques. Y menos escojas candidato presidencial, porque así te va a ir…
Habría que recordar que este calendario es seguido por unos 1,300 millones de chinos… un número algo mayor al de cristianos en este planeta. O sea que el jueves más gente echó al vuelo serpentinas y espantasuegras y dio ebrios abrazos de oso, que hace seis semanas. Como para ponerse a pensar.
Para los judíos, hoy es el día cuatro del mes Adar I del año 5765. Sí, ellos también empiezan contando el tiempo por su lado. En este caso, el arranque del calendario lo sitúan sumando las edades de los personajes del Viejo Testamento. Si se les hace mucho, habría que recordar que nada más Matusalén se sopló 969 años, el muy abusón.
Si el nombre del mes judío actual les suena a planeta del “Episodio III: la venganza de los Sith” (que se estrena en mayo), es porque hay años en que existe un mes Adar II. El calendario judío, como muchos otros en el mundo, está basado en las fases de la luna y para empalmarlo con el calendario solar (que es con el que se pueden seguir las estaciones, cosechas, temporadas de futbol y demás ciclos vitales, después de todo) hay que hacer ajustes. En el caso judío, añadiendo un mes cada determinado tiempo. Otros que se fueron por la libre fueron los japoneses, cuyo calendario tradicional arranca en el 660 a. C., cuando según la tradición subió al Trono del Crisantemo el Emperador Jimmu y ordenó que se patentara el Discman. En Japón también es usual nombrar los ciclos según el año de reinado del Emperador en turno. Así, nuestro 2005 es para ellos el Heisei 16 o sea, el año 16 de la época Heisei, que fue el nombre que a Akihito se le ocurrió ponerle a su prolongado y aburrido sexenio extralargo. Eso sí, no tiene que andar navegando con secretarios medio brutos ni enfrentar al Peje del Mal. Ya de perdido.
Cabe hacer notar que el calendario oficial japonés es el nuestro, el cristiano gregoriano. Como parte de las reformas modernizadoras de la Restauración Meiji, desde 1873 el Japón cuenta los días y años como nosotros. Claro, los reaccionarios nacionalistas recalcitrantes tipo Bartlett-san protestaron ruidosamente… pero fueron prestamente mandados a morder el polvo (como pudieron ver en la película “El Último Samurai”). Y por eso ellos progresaron y nosotros no.
En la India hay docenas de calendarios tradicionales distintos. En vista de tanto relajo, el Gobierno hindú introdujo una reforma hace casi medio siglo, uniformándolos en uno más o menos oficial, que tiene el movido nombre de “panchanga” o “panjika”. Por sus puras pistolas, la administración de Nehru decretó que el 22 de marzo de 1957 era el Chantra 1, año 1879 de la Era Saka. De nuevo, la Era Saka arranca con la mítica entronización del rey Salivahana, que se llevaba de piquete y nalgada con el dios Brahama. Si quieren ir organizando la pachanga, este nueve de abril comienza el año 1928 del “panchanga”.
Los musulmanes, faltaba más, también tienen su propia forma de contar el tiempo. Para ellos, el año cero empieza el 16 de julio del 622 d.C., cuando ocurre la Hégira, esto es, cuando Mahoma tuvo que salir por piernas de camello de La Meca y huir a Medina. ¿Por qué? Porque los comerciantes de su pueblo natal temían que, al predicar una religión monoteísta, se les acabara el negocio de llaveritos, estampitas y figuras de yeso de las numerosas deidades que eran adoradas en ese centro comercial y de comunicaciones. Y lo corrieron. El caso es que nuestro 2005 es el 1426 de la Hégira. Si no les salen las cuentas, es porque el calendario musulmán es completamente lunar, sin ajuste al solar, así que sus años duran once días menos que los nuestros. Y con el paso del tiempo se van desfasando uno del otro.
Si ya están mareados con tanta cifra, ciclo y era, no los culpo. Lo bueno es que nuestro calendario es el usado como estándar a nivel mundial, sea para comprar un boleto para un vuelo internacional, sea para programar uno de los múltiples e inútiles congresos que la burocracia de la ONU organiza casi cada semana, para beneplácito de los mismos burócratas y de los cantineros especialistas en daiquirís. Y ello, porque la Europa cristiana dominó buena parte del mundo durante el siglo XIX y parte del XX y la costumbre se hizo Ley. Ventajas del imperialismo. Así que nosotros no tenemos que sudar ni acongojarnos.
Lo que sí es que, si queremos vivir decentemente en el siglo XXI, hemos de tratar de entender la enorme variedad de culturas, costumbres y formas de preparar ceviche que hay en este planeta. Y mostrar un poco de humildad, reconociendo que la mayoría de nuestros congéneres hace las cosas de manera distinta. Y hasta se encuentran en un año diferente.
Consejo no pedido para que seas feliz ¡tú, Géminis, a ti te hablo!: lean el ejemplar de febrero de la revista Letras Libres, que trae varios interesantes artículos sobre China, su pasado y su posible devenir. Y vean “El baño” (Shower, título en inglés, 2000), de Zhang Yang, un hermoso y sensible vistazo a cómo se diluyen las tradiciones chinas con la modernidad. Provecho.
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