Aunque a mucha gente no le hace ninguna risa la idea, la verdad es que no sólo la Natividad, sino el ministerio y la pasión del Cristo son eventos sin mucho sustento histórico que digamos. Lo cual, lo que sea de cada quien, a mí como creyente nunca me ha hecho mucho ruido, por dos razones: la primera es que, esté registrado lo que esté registrado, resulta evidente que algo extraordinario ocurrió en Palestina en la primera mitad del Siglo I de nuestra era. Y no sólo eso, sino que tales acontecimientos fuera de lo común cambiaron a la Humanidad, y para bien. Así pues, lo que diga o calle Flavio Josefo o quien sea me tiene sin cuidado. Fui criado en una tradición cientificista y objetiva, pero no soy bruto y no me ciego: el mensaje original del cristianismo es uno de los avances más importantes de la civilización y nos permite a todos volvernos mejores seres humanos. Con eso tengo suficiente. Ya si uno quiere hacerle caso a Onésimo Cepeda o a otras Ilustrísimas del mismo talante, cada quién. Cada uno sabrá cómo se pone en paz con el Güero Chuy. Algunos se confiesan a diario, otros bailan en Chalma, otros van a misa cada domingo. Yo la última vez que entré a una iglesia me casaron; ustedes dirán si regreso.
El mensaje original cristiano es la redención: que Jesús llamado (precisamente) el Cristo vino a redimirnos de nuestra condición falible e insufriblemente defectuosa. Que esta vida matraca tenía un sentido mucho más elevado que la simple supervivencia casi animal en que se debatía buena parte de la Humanidad hace veinte siglos. Que existía trascendencia no sólo en el hecho de morir en paz con uno mismo y los semejantes, sino en haber vivido una vida con semejante esperanza. Y que, pasara lo que pasara en este mundo, las cosas se arreglarían en el otro. Y a fin de cuentas los malos, alevosos y madracistas terminarán en donde se merecen.
Fue el mensaje de la redención lo que hizo que el cristianismo se extendiera como fuego en pastizal. En un mundo lleno de esclavos, libertos y campesinos miserables, que era un León-Guanajuato universal (en donde la vida humana no valía nada), y la crucifixión de pobres diablos era espectáculo masivo y diversión pública, el mensaje de que todos somos hijos de Dios tenía un enorme atractivo. Y además, todas las penalidades pasadas en esta vida, tendrían su recompensa en la otra (aunque los premios no son tan interesantes como en el Islam, con sus setenta y dos vírgenes con ojos de gacela, lo que explica en parte por qué hay tanto bombardero suicida).
Pero hay otro pensamiento reconfortante intrínseco en el mensaje cristiano original: que se pueden corregir los desaguisados que uno ha hecho en esta vida; que la maldad, propositiva o no, que uno le ha infligido a los demás, puede ser deshecha. Tenemos la posibilidad de cambiar, de ser otros, mejores. El de allá arriba, mandándonos a Su Hijo acá abajo, y permitiendo que fuera tentado por el Diablo con dinero fácil y alianzas con el PVEM (same thing), nos envió el mensaje que entendía lo imperfectos que nos ha hecho… y nos da chance. No mucho, pero de nosotros depende.
Ése es el mensaje fundamental de la Navidad. No por nada la fecha fue escogida para que coincidiera no sólo con una festividad romana (¡Nunca se anula un “puente”, so pena de rebelión popular!) sino también con el solsticio de invierno, el día más corto del año, cuando las cosas se ven más oscuras, especialmente en Torreón, donde el alumbrado público parece seguir ciclos cósmicos, y funciona sólo en cuarto menguante y cuando Saturno está en la casa de Géminis. O algo así.
Sí, ya sé que la Resurrección es en la Pascua y en esos calientitos días es cuando se nos recuerda que todos tenemos la oportunidad de seguir ese camino. Pero creo que el mensaje mismo de la llegada del Cristo (o lo que haya ocurrido) al arranque del invierno es más simbólico. ¿Quién necesita redención andando en mangas de camisa en Mazatlán?
Todo esto viene a cuento no sólo por este día, sino porque hace un par de semanas hubo un movido debate precisamente acerca del valor y realidad de la redención cuando Stanley “Tookie” Williams fue ejecutado mediante inyección letal por parte del Estado de California.
“Tookie” Williams fue el fundador, en 1971, de una pandilla de Los Ángeles llamada los Crips. Ésta se multiplicó y puso franquicias, y en poco tiempo era una pesadilla para barrios enteros… no sólo por sus actividades gangsteriles, sino porque solía disputarle el territorio a sus enemigos mortales, los Bloods, a punta de balazos. En dos décadas, entre los Bloods y los Crips mataron varias veces más gente de la que ha perdido el Ejército americano en Irak. Y la mayoría de las víctimas era de origen negro (perdón: afroamericana) pobre, que muchas veces no tenía nada qué ver con las pandillas.
“Tookie” Williams fue acusado de haber matado a por lo menos cuatro personas en 1979: un empleado de supermercado asesinado a sangre fría, por la espalda, cuando estaba echado en el suelo durante un atraco; y una familia de asiáticos, dueños de un hotel que también fue asaltado. Por esos crímenes, de los que fue encontrado culpable, Williams fue condenado a muerte. Ya sabemos lo que puede durar un prisionero como reo de muerte en Estados Unidos: entre apelaciones y recursos legales de todo tipo, tienen chanza de estudiar derecho para autodefenderse; o de armar una Torre Eiffel con palillos de dientes (tamaño real); o hasta pasar Economía por correspondencia en la UNAM, hazaña que a Lopejobradó le tomó quince años. O sea, que hay tiempo para muchas, muchas cosas.
La cuestión es que “Tookie” nunca admitió haber sido el autor de esos asesinatos. Pero sí le remordió la conciencia ver cómo su obra hacía pedazos las vidas de muchos jóvenes, atraídos por el dinero fácil y el aura de prestigio de los Crips (fenómeno en el que tenía no poco que ver esa música infernal que es el “gangsta-rap”). Así que decidió actuar en contra de su propia creación. Durante años se dedicó a pronunciarse en contra de la cultura de las bandas, escribiendo numerosos libros para niños y jóvenes en los que los prevenía contra ese malsano ambiente. Con el paso del tiempo su cruzada empezó a mostrar frutos: algunos pandilleros se retiraron de sus actividades ilegales, inspirados en los mensajes del fundador de los Crips. Se supone que muchos niños que podrían haber seguido ese camino no lo abordaron gracias a los textos del “Tookie”. Esto motivó tal admiración, que algunos arrebatados lo propusieron no sólo para el Premio Nóbel de la Paz (lo que es hasta cierto punto comprensible) sino también para el de Literatura, lo cual es ya un despropósito. Digo, al rato van a postular al autor de “Cañitas”, de “El Libro Vaquero” o de alguna otra tontería por el estilo…
El caso es que no hay tiempo que no transcurra ni plazo que no se cumpla, y luego de agotar todos los recursos legales, “Tookie” tenía que ser ejecutado este mes, más de un cuarto de siglo después de los crímenes por los que fue condenado. Se alzaron numerosas voces a favor de que la pena de muerte fuera cambiada por la de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. El alegato era, precisamente, que “Tookie” se había redimido; y en teoría, ése es el propósito del castigo: que la gente se rehabilite (“readaptación” lo llaman en México… como si un marihuano violador hubiera estado “adaptado” antes de entrar en chirona) y cambie su manera de pensar y actuar. No sólo eso: había impedido que otros siguieran sus pasos. La decisión recayó, en última instancia, en ese dechado de brillantez intelectual que es el gobernador californiano Arnold Schwarzenegger.
El cual optó por no conmutar la pena capital por una razón muy simple: como “Tookie” nunca admitió ser el autor de los asesinatos, nunca pidió perdón ni mostró remordimiento por esos delitos en particular. Y ante esas dos deficiencias, dijo el Gobernator, no había perdón posible. La ejecución se llevó a cabo como estaba programada. Bueno, no exactamente. Los guardias no hallaban la vena en dónde insertar el catéter para inyectar el coctel de ejecución, y se tardaron doce minutos en completar el procedimiento. Las últimas palabras de “Tookie” fueron “¿Todavía no la encuentran, inútiles?”
Genio y figura…
En todo caso, un debate como el propiciado por el “Tookie” era impensable hace veinte siglos. El concepto mismo de que una persona podía redimirse y merecer el perdón, fue una de las grandes novedades introducidas por el cristianismo original. Y por ello constituye uno de los grandes avances civilizatorios de la Humanidad, aunque no esté en la lista de los alcances grandiosos, junto al foco y la pizza de microondas.
Ya que muchos cristianos sean indignos de ese nombre, y que este país parezca irredimible, son cuestiones que van más allá de la filosofía…
Consejo no pedido para redimirse ante sus hijos por haberles regalado juguetes sin pilas: Vea “Redemption: the Stan ‘Tookie’ Williams Story” (2004), con el magnífico Jamie Foxx, quien al parecer es incapaz de una mala actuación. Y ya en ésas, vea “Sueños de fuga” (The Shawshank redemption, 1994) con Tim Robbins y Morgan Freeman (basada en una noveleta de Stephen King), sobre el poder liberador de la redención… en varios sentidos. También vea a Sean Penn y Susan Sarandon en “Pena de Muerte” (Dead man walking, 1995) y “Milagros inesperados” (Sic) (The Green Mile, 1999) con Tom Hanks. Provecho.
Y que sean felices hoy y siempre, y el pavo les sea leve.
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