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Los dinosaurios

Gilberto Serna

Los recuerdos no son del todo halagüeños. Las notas de hace más de treinta años lo pintaban como un petimetre, gomoso y currutaco. Imagen que al parecer no ha cambiado en el transcurso de los años. Qué le vamos a hacer, le gusta la buena vida. Es un hombre que se jacta de vestir bien, con carísima elegancia, quizá por eso no tuvo el menor empacho en realizar acciones que en otra sociedad, en otro país y en otra época lo hubieran conducido a una mazmorra o propiciado al menos un desprestigio que hubiera acabado con sus ínfulas.

Es, si la memoria no me falla, puedo estar errado, yerno de uno de los cinco lobitos cetemistas -creo de Jesús Yurén Aguilar a quien relevó al frente de la Federación de Trabajadores del D.F.-. Cabe decir que los lobitos surgieron a raíz que perdió el rumbo el movimiento obrero convirtiéndose en un apéndice de los gobiernos priistas, a los que serviría después al hacerle a la comadrona en el alumbramiento de los candidatos a ocupar la Presidencia de la República y en mantener sujetos a los trabajadores bajo el señuelo que primero debe entregarse la riqueza a unos cuantos, para que posteriormente se abran fuentes de trabajo; lo primero se cumplió puntualmente, en lo segundo los trabajadores están esperando sentados, para no cansarse.

Su estrella en vez de declinar, después que lo pillaron introduciendo al país cajas y más cajas conteniendo hornos de microondas, provenientes de la Unión Americana, no sufrió la menor melladura en sus aspiraciones políticas. Eran bienes contrabandeados. Lo que se presume es que le tendieron un “cuatro” en el que cayó redondito, cuyo propósito era el de bajarle los humos.

En años más cercanos se le acusó de hacer negocios al construirse 50 mil viviendas del Infonavit para trabajadores en terrenos casualmente suyos. Se menciona que la empresa constructora era de su propiedad, mediante el socorrido subterfugio de usar testaferros. La verdad es que se conoce poco acerca de los asuntos que lo han convertido en un hombre multimillonario que estará liderando a obreros que en su gran mayoría tiene ingresos que se ajustan a un salario mínimo. El hombre colecciona autos y se viste con los mejores trapos. No usa huaraches ni cuando se ducha..

Lo anterior, a mi manera de ver las cosas, carece de importancia, pues son los trabajadores, a los que ahora dirige, los que podrían pedirle cuentas. Su arribo al puesto careció de la tersura, que suele hacer fuerte al que ocupa un cargo y prestigia a una organización sindical. Se dice que en un madruguete dejó fuera a otros gallos, que a su vez si hubieran podido, lo hubieran madrugado. Esto es, les ganó el mandado a osados pretendientes, cuyo caso más destacado fue el de Carlos Romero Deschamps, líder del sindicato petrolero, diplodocus, de larguísima cola, del periodo Jurásico, quien se retiró echando pestes anunciando, con su actitud, que ahí no terminaría ese mitote. Lo verdaderamente cuestionable es que hay ausencia de líderes que dediquen sus esfuerzos a defender los derechos de sus agremiados, ya que la clase trabajadora desconfía de los que hacen ostentación de sus riquezas.

La situación con estos líderes nylon, de solapados perfumes, dada la carencia de resultados en sus gestiones, demostrando que a quien sirven es a los sectores privilegiados, tenderá a convertirse en un estallido social si se descuidan las formas. Al ser interrogado por los reporteros acerca del porqué de su fortuna, fue bastante claridoso indicando que el hecho que los obreros se hallaran en la miseria, no por ello él debería vivir en una vecindad. Usó una palabra humillante que por respeto al lector no reproduzco que refiere el estado económico depauperado en que se encuentra el trabajador.

En fin, veremos lo que pasa en el transcurso de los días aciagos que nos esperan, en que habrá acontecimientos que pondrán a prueba la capacidad negociadora de este provecto pisaverde, no acostumbrado a caminar por derroteros democráticos, como es una exigencia en los tiempos modernos. Todo parece indicar que es un iguanodonte de la peor especie: de cola robusta y larga, piel escamosa, que no ha salido del cretáceo, en que los pleitos solían arreglarse a mordidas.

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