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Los inconvenientes de la democracia

Salvador Kalifa

Las dificultades para romper el círculo vicioso del subdesarrollo que enfrentan las naciones emergentes democráticas son muy parecidas. Una nota reciente en The Economist con el título ?Los inconvenientes de la democracia?, señaló que las comparaciones de India con China no son halagadoras para la primera. Hace apenas 20 años los dos países tenían casi el mismo nivel de ingreso y eran predominantemente agrarios. Hoy la economía de China es más de dos veces mayor que la de India y reporta tasas de crecimiento anual promedio de nueve a diez por ciento, comparadas con seis a siete por ciento de India.

Es muy común que diferentes políticos en India acepten que China está más enfocada al crecimiento porque puede hacer y aplicar políticas públicas que no son fáciles de instrumentar en una democracia. Para el primer ministro de la India es un precio que vale la pena pagar. No estoy seguro que compartan esa opinión fatalista los cientos de millones de personas que permanecen en la pobreza por la falta de voluntad política de sus gobernantes para hacer reformas que afectan a grupos de interés poderosos. La misma historia se repite en otras economías emergentes democráticas, en particular las de América Latina, donde los grupos sindicales y los políticos de izquierda se oponen a las reformas estructurales.

La nota de The Economist señala que ?Lo que India necesita ahora es una serie de reformas estructurales que perjudicarán, al menos en el corto plazo, a poderosos intereses?. Estos son principalmente los sindicatos, que por la influencia que tienen en los partidos de orientación comunista han podido detener el proceso de reforma, como sucede también en los países latinos, donde los sindicatos y organizaciones de izquierda bloquean las reformas que ayudarían a mejorar las perspectivas económicas de nuestros países.

En el caso de la India, el primer ministro Manmohan Singh ha sido incapaz de continuar con la tarea de privatizar la plétora de negocios gubernamentales ineficientes. Le ha sido casi imposible relajar los límites a la inversión extranjera directa y el tema de la reforma del mercado laboral ni siquiera se discute. En México sucede algo similar, en particular con la inversión en el sector energético y con nuestra legislación laboral, donde esta última es una verdadera camisa de fuerza que resta flexibilidad y capacidad de ajuste a nuestra economía, impidiendo la movilización y absorción de millones de personas improductivas que actualmente sobreviven en el campo mexicano.

Las leyes laborales son más flexibles en China, donde sus empresas son una fuente importante de empleo de las personas que emigran del campo, cosa que no sucede en India o en México. El tema relevante no es si la gente trabaja en el campo o no, sino si está contribuyendo en algo a la creación de riqueza. Las personas marginalmente empleadas en el campo necesitan encontrar empleos en las manufacturas y los servicios si desean mejorar su nivel de vida.

En alguna época la agricultura en México fue un sector importante que aportó valor agregado, en la actualidad todavía hay segmentos de la misma que lo hacen. Pero el desarrollo económico coloca a este sector en un muy distante lugar frente a las manufacturas y los servicios, que crean bastante más riqueza. Producir una computadora crea más valor que producir maíz o azúcar. Pero eso no importa a nuestros políticos, que al igual que sus contrapartes en India y otras naciones emergentes, tienen agendas de corto plazo cuya realización depende de que no se modifique el status quo.

La experiencia del señor Singh en la India es, para todo fin práctico, la misma que la del presidente Fox, ya que a ambos se les ve en estos días como personajes a los que se les debe tener lastima más que admiración. Su actuación, tanto en India como en México, es un recordatorio de cómo las fuerzas políticas poderosas pueden mantener postrada y estancada a una economía.

India y México comparten la misma triste realidad. Sus gobiernos fueron forzados por las organizaciones de izquierda para no privatizar, en el caso de India las denominadas nueve joyas de la corona, mientras que en México se perdió la esperanza de la participación privada en el sector energético. Ambas naciones tienen regulaciones onerosas y leyes laborales restrictivas. La reforma económica se estancó en medio de recriminaciones políticas. No hay progreso en la liberalización de las notoriamente rígidas leyes laborales. Protegen y benefician a los sindicalizados a costa de los desempleados.

Los instintos del primer ministro de la India son muy parecidos a los del presidente Fox, ya que ambos son en ocasiones deprimentemente burocráticos. Cuando enfrentan problemas obvios y ancestrales, crean comisiones para estudiarlos.

La salida del subdesarrollo es el libre mercado y como menciona la nota de The Economist, ?sigue siendo tristemente cierto que el libre mercado?funciona mejor en la China Comunista que en India, en gran parte por los políticos comunistas elegidos democráticamente en India?.

El desempeño más débil de India, al igual que el de nuestro país, se debe a la política. La intransigencia de los sindicatos y grupos de izquierda limitará el crecimiento de la India y México, así como el de otros países latinoamericanos, como Venezuela y Argentina. Ojalá que nuestros políticos no tomen muy a pecho la declaración del Ministro de Comercio de la India, Kamal Nath, quien afirmó refiriéndose a su país ?somos una economía subdesarrollada con una democracia sobredesarrollada y orgullosos de ello?.

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