La nota aparecida en los periódicos acerca de que había presentado su dimisión el magistrado Eloy Fuentes Cerda, sólo por lo que ve a la presidencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, aduciendo motivos estrictamente personales, cayó como un baño de agua helada para quienes esperábamos que el coahuilense se ocupara, los próximos meses, de los asuntos concernientes al proceso electoral en el que los partidos políticos nacionales contenderán con sus candidatos por la Presidencia de la República, que concluirá el primer domingo de julio del año 2006. No se sabe en realidad qué pasó para que al cuarto para las doce abandonara el sillón de presidente que ocupó durante los pasados doce meses. La causa aducida por el funcionario crea mayores dudas que si no hubiera dado un fundamento tan inconsistente como el de que me voy por que así conviene a mi persona. Antaño se solía cubrir el cese alegando una ficticia enfermedad.
La idea de que salió sin que hubieran circunstancias externas que lo obligaran a dejar tan importante función no acaba de convencer, por lo que da lugar a que se hagan las más disímiles especulaciones, tanto por lo que su renuncia puede impactar, de rebote, en el proceso que está por arrancar, como por lo inesperado ya que un día antes ni él mismo estaba enterado de lo que iba a suceder. En efecto, el jueves 29 de septiembre de la misma semana, acudía junto al gobernador de Veracruz, Fidel Herrera, a la inauguración del edificio de la sala regional de la tercera circunscripción plurinominal del TEPJF. Ahí manifestaba que esperaba que en un futuro cercano, cuando se estuvieran calificando las elecciones de 2006, pudiera haber la madurez necesaria de los actores políticos y del personal del tribunal para enfrentar los retos de esos comicios.
Los asuntos que ventilan los magistrados, en ese moderno sanedrín, son de vital importancia en lo que al bienestar de los mexicanos se refiere. Los prolegómenos nos indican que los comicios de 2006 serán los más competidos que haya habido en la historia de este país. Se requiere que las disputas se canalicen por los cauces de la legalidad. Necesitamos, hoy más que nunca, un tribunal que actúe con absoluta ecuanimidad, integridad y rectitud. No basta con que las palabras hablen de neutralidad si en los hechos no se cumple con darle a cada quien lo suyo, por el contrario, inclinando la vara de la justicia para satisfacer intereses espurios. De ahí que la gente de la curia se pregunte: ¿el abogado renunció por voluntad propia o le pidieron que agarrara sus bártulos y se retirara?, he ahí el dilema.
Los antecedentes del caso, siembran la duda, sobre si fue defenestrado por la emisión de dictámenes que afectaron a una poderosa señora que tiene estrecha cercanía con la familia que ocupa la casa de Los Pinos o hubo manejo indebido de recursos o había que acabar el pleito que se agudizaba, con el también presidente Mariano Azuela Guitrón o realmente se retiró de la función, en santa paz, por razones que sólo al funcionario electoral conoce. En el primer caso, sería infausto para la incipiente democracia que un poder público, que requiere autonomía para el correcto desempeño de sus funciones, se viera constreñido por los juegos perversos de la política. Peor aún, si a consecuencia de ello se erige otro poder en sumo sacerdote que controla, decide y ordena, al que hay que consultar antes de tomar decisiones. El solo pensarlo produce un escalofrío por las consecuencias que podría traer en el futuro. Es, ni más ni menos, como se decía en tiempos pretéritos: poner la Iglesia en manos de Lutero. Los comicios del año entrante requieren que los partidos políticos tengan confianza plena en sus instituciones jurisdiccionales. No puede ser de otra manera, si apostamos a conservar la calma chicha que nos ha acompañado en los últimos años. La posibilidad de que el magistrado electoral haya sido presionado para que dejara su puesto, no auguraría nada bueno para las elecciones que están en puerta.
Nota Bene: Defenestrado, destituir o expulsar a alguien de un puesto, cargo, situación, etc. Arrojar a alguien por una ventana.