Quedó decretada en forma irreversible la eliminación del Guadalajara del Torneo Apertura 2005; llegar a la última fecha del campeonato con un hálito de vida fue sólo prolongar una agonía en la que entró desde el mismo momento que sus dirigentes sustituyeron al cerebro por el hígado a la hora de tomar decisiones.
La organización rojiblanca ha demostrado cómo se puede fracasar cuando se privilegian las decisiones comerciales a las deportivas.
Nadie puede cuestionar al propietario del Rebaño su búsqueda constante de reflectores que seguramente colaboran a publicitar su negocio particular, pero cuando el afán de economizar se traduce en inversiones de saliva, venta de humo, descapitalización de talento, falta de refuerzos y aborto en el proceso de maduración de los jóvenes, el resultado tendrá que ser adverso.
Los planes a largo plazo, como contar con un equipo surgido exclusivamente de la cantera tapatía, suenan formidables, pero en el trayecto no se puede dejar de inyectar inversión al proyecto; no lo merece la institución ni los millones de adeptos que Chivas tiene en el país y allende las fronteras.
Guadalajara se autoeliminó desde antes de empezar el torneo, cuando optó por desmantelar su plantel; luego, vino la absurda decisión de despedir a Benjamín Galindo, quien, por cierto, debería contratar a Jorge Vergara como su promotor, puesto que el cese lo revaluó y la gigantesca tontería de traer a un hombre desconocedor del medio y que tenía un buen rato sin dirigir como Xabier Azkargorta.
¿El resultado? La brújula perdida y una descalificación a todas luces merecida.
Lo peor fue la forma en que Chivas se despidió del torneo. Fue vergonzoso ver a un cuadro de prosapia convertirse en una turbamulta ahíta buscando vengar con golpes lo que les hicieron con pluma y papel sus dirigentes.
Lo más alarmante es que los participantes en la gresca son o han sido seleccionados nacionales; Oswaldo Sánchez, Omar Bravo y el ?Maza? Rodríguez son ejemplo para los niños y jóvenes, y escaso gusto da verlos corretear rivales para el desquite de afrentas inexistentes.
Con poquito pinole se ahogaron pues, para acabarla de amolar, todo se fue en gritos y sombrerazos. Los mariachis callaron; Chivas peleó, hasta el último significado de la palabra pero no luchó por conseguir la calificación. Se trató de un cuadro incierto y carente de mística.
Chivas será el gran ausente en la liguilla, por supuesto se le extrañará, y lo único que se desea es que de los errores se aprenda y Chivas vuelva a llenar de música nuestro balompié.
Por el bien del futbol, no deben repetirse hechos tan tristes y bochornosos como los ocurridos el sábado en la ?Bombonera? de Toluca.
Se va Xabier Azkargorta del timón del Guadalajara. Su cese era sólo la crónica de una muerte anunciada. El vasco es el menos culpable de una situación propiciada por la toma de decisiones viscerales, y el hecho de tener tanto tiempo sin entrenar a un equipo profesional y desconocer el medio no fue su bronca. Lo triste es el tiempo que se perdió en el experimento.
No se va solo, pues lo acompañan otros directores técnicos hoy cesantes como Ricardo ?Tuca? Ferreti, Eduardo Rergis, Jorge Vantolrá, interino en Santos Laguna, y muy probablemente Sergio Bueno del Atlante.
Lástima que con lo pobre de la baraja en cuestión de entrenadores, sólo veremos en rotación las mismas caras.