Los niños son particularmente susceptibles a la presentación estereotipada de grupos, situaciones, ocupaciones... cuando tienen poca experiencia o incluso ninguna en relación con ellos. Encuentran difícil tolerar la ambigüedad y la inseguridad. Buscan significados y agradecen las definiciones. La televisión ofrece significados y definiciones que pueden ser de gran ayuda al individuo que se encuentre frente a situaciones desconocidas.
En las zonas de lo poco familiar es en las que la televisión puede tener un efecto máximo sobre las actitudes y los valores. Es fácil que los niños sean más sensibles a la influencia de factores externos como la televisión, si tienen pocas guías de conducta o si la familia y otros agentes primarios del proceso de socialización no han aclarado suficientemente su punto de vista o no han ofrecido las normas necesarias. Si estas fuentes convencionales en el aprendizaje aparecen como inadecuadas, existe un índice muy elevado de probabilidad de que usen otras fuentes, entre ellas la televisión.
Pero los niños pueden aprender con la televisión. Adquieren una comprensión de los misterios de la vida; un proceso que está íntimamente relacionado con el obtener conocimiento acerca de diversos aspectos del mundo con el que no tienen un contacto directo. Pero, no son sólo los programas, las historias, los personajes o los aspectos formales de la televisión los que les fascinan, los que seducen; es el propio medio.
La magia, para los niños que no tienen definida todavía su personalidad, forma parte de la esencia de la televisión. Los mecanismos de proyección y de identificación no se producen sólo hacia los personajes de los relatos cinematográficos y televisivos. A menudo, se producen también hacia las personas que los representan. Con frecuencia son las propias estrellas cinematográficas y televisivas, y no los personajes, las que encarnan los anhelos, los deseos, las expectativas, los sueños e ideales de los telespectadores. Sobre ellos, proyectan sus limitaciones y frustraciones.
Las estrellas son una demostración inequívoca del carácter metonímico de la seducción. Desde el adormecimiento de la racionalidad, se produce una deconstrucción de la realidad mediante la fragmentación, el ocultamiento de las dimensiones negativas y el descubrimiento que producen las positivas. Desde la fascinación, el seducido construye una nueva realidad, una realidad ideal que poco tiene que ver con la primera.
La televisión, en su papel socializador, puede ser un gran integrador social de los niños. Es el juego en todas sus formas el socializador por excelencia. Resulta necesario que se ayude a través de los programas a su mejor comunicación como forma de favorecer la interrelación y la expresión. Es importante reunir niños para que participen conjuntamente, organizando coros, grupos deportivos..., que no es lo mismo que juntar niños en graderías aplaudiendo automáticamente a la señal de hacerlo o coreando estribillos preparados. Se trata de la oportunidad de los “encuentros de intercambio”.
Estos últimos años del siglo XX han estado marcados por una televisión más orientada a destacar el físico frente al talento, hasta convertir a los comunicadores más en actores que en informadores, ahí se sitúa la última tendencia de la publicidad. Cada vez percibimos mayor cantidad de mensajes subliminales, que tienen un efecto psicológico importante en el niño, a pesar de que se tienda a pensar que no tienen la suficiente capacidad de analizar y discernir como una persona madura. Un niño mexicano puede seguir anualmente unos diez mil anuncios, mientras que el norteamericano medio ha visto a los cuarenta años -aproximadamente- un millón. Con respecto a la publicidad, la confusión es total en los primeros años, en cuanto a la discriminación entre los distintos factores que integran el anuncio: actores, producto... El niño está psicológicamente evolucionando al tiempo que se le proyectan las imágenes, mientras que los adultos tienen ya formadas ideas sobre los objetos que contemplan.
Con el impulso publicitario del juguete, y en general del producto dirigido al niño, se produce un proceso de interiorización de normas y conductas que están extraídas de estas representaciones mentales que originan en el niño. Cuando las campañas pacifistas orientan sus peticiones a la sociedad, en solicitud de abandonar la compra de los juguetes de guerra, pueden estar ignorando la nueva forma de presentación de situaciones bélicas figuradas en “los conflictos interplanetarios”, que están teniendo lugar en una galaxia que se disputa el dominio “cósmico” y que, por tanto, sin el clásico revólver o metralleta, nos invade el mismo contexto disfrazado de celeste para perder la aparente agresividad.
Con la publicidad dirigida a ellos, los niños van a tomar una idea de cuál es el mundo en que están viviendo, aun cuando sea una idea a contraponer con los contenidos de las demás agencias educativas: otros mensajes emitidos por los medios en general, enseñanza escolar, educación familiar... Pero también es verdad que éstos son los contenidos que forman su mundo onírico, en donde se desarrollan sus juegos y se estimula su fantasía, lo que da un carácter ciertamente efectivo a estas valoraciones.