Tres periódicos de circulación nacional publicaron el viernes fotos que muestran nuevos videos salidos de las oficinas de Carlos Ahumada. El Universal y Milenio difunden en su portada, en tamaño pequeño y en porción inferior, una imagen en la que aparece Ahumada con Gabino Cué, candidato del PRD al Gobierno de Oaxaca en 2004 en el que se negocian apoyos financieros para la campaña. En la nota se advierte que el video fue grabado en diciembre de 2003 y que desde la noche anterior estaba siendo distribuido en diversos medios.
El diario Reforma, por su parte, convirtió en su nota “de ocho” la imagen extraída del video en el que Ramón Sosamontes le entrega una maleta con dinero a Ahumada. Tanto el titular, “Transa Sosamontes con millones de dólares”, como el sumario, “En un nuevo video, ahora el empresario recibe el dinero del perredista”, presentan el hecho como si se tratase de una noticia actual. Sólo al final de la nota de 535 palabras, el diario admite que Sosamontes renunció al PRD en marzo de 2004. No hay ningún intento por fechar la filmación del video (probablemente la escena tuvo lugar entre 2002 y 2003).
Los medios de comunicación estamos obligados a dar cuenta de los vicios de la vida pública. En un país que padece tantas deficiencias en la impartición de la justicia y tal complicidad de los tribunales con los personajes de poder, sólo la difusión puede atenuar la impunidad en los actos de corrupción. Dicho de otra manera, es muy probable que Montiel nunca sea castigado penalmente por la “riqueza inexplicable” que adquirió como funcionario, pero la exhibición de sus miserias (éticas) permite al menos que no siga ejerciendo de mecenas en favor de sus hijos con cargo al erario en futuros puestos.
Sin embargo, los periodistas estamos confundiendo la gimnasia con la magnesia. Los videos y filtraciones no están siendo el resultado de la investigación periodística; son más bien meras secreciones de la clase política: venganzas, ataques, eliminación de rivales, golpes bajos. Los medios de comunicación están fascinados con el súbito raiting que proporciona un escándalo, con el enorme protagonismo que supone poner de rodillas a un poderoso. Nos sentimos superiores a los políticos porque los hemos sentado en el banquillo de los acusados. Lo que está sucediendo en realidad es que la clase política nos está utilizando para hacer el trabajo sucio: eliminar a los que les resultan incómodos y desprestigiar a las fracciones y partidos rivales.
Desde luego es imposible hacerse a un lado frente a un video que exhibe a dos individuos pactando con una maleta con dinero de por medio. Pero no es correcto presentarlo sin ningún contexto, sin mayor investigación y enfatizando justamente los elementos políticos incriminatorios que buscaba aquél que nos facilitó el video o la filtración. Tampoco era posible ignorar las evidencias presentadas en contra de Montiel, pero no podemos negar que los medios simplemente fuimos el fusil en el paredón de una ejecución pública que se concibió y ejecutó en otro lado, en lo oscurito.
Peor aún, hay que recordar el desencanto de la opinión pública que se quedó esperando la respuesta de Montiel; un supuesto expediente negro sobre Madrazo. Entre la prensa hubo lamentos por “la cobardía” de Montiel, quien pactó y no se atrevió a hacer tales revelaciones. Es decir, un reconocimiento tácito de nuestro carácter parasitario con respecto a las excreciones de los propios políticos. Nadie se quejó de la incapacidad de la prensa para investigar y develar el caso de Madrazo o de otros candidatos.
Lo que sucedió esta semana es apenas un asomo de lo que nos espera. En la recta final de la campaña de 2006 los grupos de poder utilizarán a mansalva el lavadero público que les ofrecen los medios.
Es más fácil destruir una reputación que construir la propia. Pero en el proceso de destruir reputaciones sobre pedido, los medios de comunicación estamos destruyendo la nuestra. Si acostumbramos a la opinión pública que la información política consiste en hacer denuncias escandalosas con dedicatoria facciosa, terminaremos por distorsionar toda posibilidad para formar una opinión más madura y responsable. Enfoques periodísticos tipo “Primer Impacto” están sustituyendo toda posibilidad para comprender y analizar las distintas propuestas que tenemos en el mercado político. En la medida en que el discurso dominante sea la descalificación y el linchamiento que persigue el beneficio de terceros, terminaremos creando públicos adictos al escándalo, “villamelones” de la política.
¿Cómo evitar que los usos políticos conviertan en un basurero a los medios de comunicación? Por un lado, asumiendo cada una de estas filtraciones como materia prima para emprender investigaciones más amplias que nos permitan contextualizar, explicar y extender el fenómeno que se denuncia. Es imposible rehusar el material cuando éste es fidedigno, pero los medios debemos estar conscientes que se nos está usando para golpear y en esa medida tendríamos que cuidar la puesta en página o la emisión para no exagerar el fin político que persiguen “los autores intelectuales”.
Por otro lado, la mayor parte de los casos de divulgación de malas prácticas debería originarse en la propia investigación periodística. Esto permitiría una perspectiva más plural y con una metodología más sana. Los periodistas mexicanos han logrado grandes éxitos en el pasado en este tipo de investigaciones: el Renave, las toallas en Los Pinos, el caso Nico, la corrupción en el aeropuerto, el rancho de Fox, los Bribiesca, etc.
Por desgracia ahora se ha impuesto el camino fácil que consiste en depender de las maquinaciones políticas. Hay que salir de él. O seremos rehenes de aquellos que tienen el poder para conocer cuentas bancarias y para filmar o tener acceso a grabaciones legales e ilegales. Al divulgar sin matiz estos escándalos no saneamos las prácticas de los políticos, más bien nos hacemos cómplices de los más poderosos y oscuros entre ellos.
(jzepeda52@aol.com)