Doy gracias a Dios por la vida, desde luego; por los amaneceres y crepúsculos; por la grandeza del mar, los cielos y la tierra; por todas las maravillas que hay en el Universo... Pero también le doy gracias por los dulces y chocolates de Costanzo.
Éste no es un comercial. Es un voto de agradecimiento. La casa Costanzo no necesita anuncios: la fama de sus productos es legendaria ya; figura entre las glorias mayores de San Luis Potosí, junto a la poesía de Othón, el templo del Carmen, la procesión del silencio y el Teatro de la Paz.
En un mundo cercado por la mediocridad es necesario alabar el arte y el trabajo de quienes hacen bien las cosas y buscan con empeño la excelencia. Aquí le digo muchas gracias a don Luis Costanzo, a su familia, a todos los insignes artistas de la tradición que laboran en esa ilustre casa, por haber puesto en mi mesa navideña, rodeada de una novena de golosos nietos, la gala y gula de su sabrosa dulcedumbre.
¡Hasta mañana!...