¿Puede uno sentir tristeza por la muerte de alguien a quien ni siquiera conoció? A mí me puso triste la pérdida de un amigo con el que nunca hablé. Se llamaba Luis Antonio de León Márquez, y era uno de mis cuatro lectores. Lo supe por dos amigos suyos muy queridos, Lupita y Amado Barrera. Ellos me hacían llegar las generosas palabras que me enviaba ese hombre bueno cuya vida fue continuado ejemplo de amor y de bien.
Sentirán esa ausencia su esposa, la señora Susy, y su familia toda. Será añorado él por sus amigos en la reunión semanal del Café Rubio. Y yo, que no llegué a tratarlo, extrañaré sus mensajes de aliento y la bondad con que veía mi trabajo.
Luis Antonio de León fue uno de esos hombres que cumplen sin alardes su deber. Por ellos las ciudades son lo que son; por ellos viven las empresas; por ellos hay hogares y familias... Sean estas palabras un póstumo mensaje dedicado a aquél que tantos bellos mensajes me mandó.
¡Hasta mañana!...