Llega el viajero a Lúzaro, un pueblo marinero de Vizcaya. Al pie del Aguiró, junto del mar, Lúzaro mira con igual mirada al campo y al océano.
En el extremo de la escollera los marinos han erigido una cruz pétrea pequeñita, es decir de la estatura de los hombres. Y las muchachas del lugar tienen una tradición: si quieren para marido un campesino besan la cruz por el lado que ve al campo; si quieren a un navegante la besan por el lado que da al mar. Dicen en Lúzaro que eso hacen las muchachas hasta llegar a los 25 años, edad que ahí se considera ya de solterona. Después empiezan a besar la cruz por ambos lados.
El monte, el mar, la cruz... Y el ansia de amor siempre, que es siempre el ansia de la vida.
¡Hasta mañana!...