Anoche te soñé, Terry querido. Eras aquel cachorro de cocker spaniel que apenas ayer fuiste, y me mirabas con infantiles ojos.
Quizá con esos mismos ojos estás mirando hoy a un nuevo amo. Eres ahora su perro, igual que una vez lo fuiste mío. Siento un amago de indecibles celos: si otra vez vives debería ser nuevamente al lado mío. Pero una cosa es nuestra vida, Terry, y otra muy diferente es la vida. Nuestra vida nos pertenece -en ocasiones-, pero la vida no.
Si tienes nueva vida, amado Terry, vívela igual que viviste la vida junto a mí. Dale a tu nuevo señor lo mismo que me diste: tu amor, tu permanente compañía, aquel ladrido jubiloso con que me recibías a mi llegada a casa, y al final tu mansa y resignada tristeza, tan parecida a la que siento al escribir estos renglones. No es importante que vivas otra vez conmigo, Tery mío. Lo importante es que vivas. Y sé que de una manera u otra estás viviendo.
¡Hasta mañana!...