Durante cuatro décadas he sido novio de una mujer bellísima que es además mi esposa, mi compañera en el espíritu y la carne, mi amiga, mi consejera, y también muchas veces -las veces de la tristeza- mi mamá.
Hoy es el cumpleaños de ese adorable ser cuya existencia me demuestra sin dudas la de Dios. El Señor hizo que su divina providencia se volviera humana, y me asignó una protectora a fin de que en su nombre me cuidara. Por la vida me lleva este ángel de la mano, y con su luz María de la Luz me aparta toda sombra.
En la final postrimería invocaré su nombre, que es el de la Señora, y tal invocación abrirá para mí las puertas de la morada celestial. Y no me sentiré raro en el Cielo, pues ya lo conocí, por ella, aquí en la Tierra.
¡Hasta mañana!...