En mi jardín brotó un pedacito de romanticismo. Quiero decir que de la noche a la mañana apareció entre las flores una margarita.
Nadie me da razón de cómo salió ahí. De la casa ninguno la plantó. Fue una semilla que vino por el aire, dicen todos.
Yo creo en la sabiduría del aire, y en la sabiduría mayor de la semilla. Pero no pienso que esta flor de armiño y oro haya llegado con el viento. Fue Dumas quien la trajo, o Heine, o Bécquer, o Lamartine quizás. Poética flor la margarita, sólo pudo nacer de mano de poeta.
No cumplo con esta de mi jardín el rito de cortarle los pétalos para hacerle la eterna pregunta del amor. ¡Es tan pequeña y frágil, y se ve tan sola! Pero la miro y le hablo cuando al amanecer voy al jardín a abrir mi pecho para que la gracia de Dios penetre en él. Y estoy seguro: si le preguntara a mi margarita si me quiere o no, con el último de sus pétalos me diría que sí.
¡Hasta mañana!...