Llegó sin ningún aviso y me dijo de buenas a primeras:
-Soy el séptimo sentido.
Yo agradecí su visita, aunque no la esperaba, y le pregunté en qué lo podía servir. Me respondió:
-Todo mundo habla del sexto sentido, pero de mí nadie se acuerda. Y al sexto sentido yo lo descubrí. ¿Por qué nadie habla del séptimo sentido?
Yo sentí la tentación de preguntarle si no habría acaso un octavo sentido a quien alabar por haber descubierto al séptimo. Pero un noveno sentido me aconsejó no hacer esa pregunta. Me limité a decirle entonces que no podía yo reprocharle a nadie no acordarse de él. Entonces el séptimo sentido se fue muy sentido.
De esa extraña visita quise sacar yo una reflexión: no hay cinco sentidos, ni seis, ni siete: en la vida hay una infinita serie de sentidos de cuya existencia ni siquiera nos damos cuenta todavía. Pero pensé que hacer esa reflexión no tenía sentido.
¡Hasta mañana!...