A este pequeño pájaro le dicen el madrugador.
Ni siquiera se mira aún la claridad del sol sobre los picos gemelos de Las Ánimas y ya este frágil trovador ha empezado a poner en la incierta luz del alba el tema y variaciones de sus trinos.
Yo estoy despierto ya, como él. También yo soy madrugador. En el Potrero aquel que no madruga es muy mal visto. Es cierto: las mujeres se levantan primero que los hombres, pero es que ellos necesitan un breve descanso adicional. Sin embargo ya nadie está en la cama cuando la voz del radio en la cocina dice que son las 6 de la mañana.
Todavía no llega esa hora y ya está cantando el pájaro madrugador. Suspendo la lectura de mi libro y escucho sus gorjeos, que son como gotas de música en el aire. Si yo pudiera recogería los trinos en el hueco de mi mano y los pondría en esta cajita de Olinalá que huele a limón y huele a azahar. En los días de la tristeza la abriría. Saldría de ella la canción del pájaro madrugador y pondría en mis penas la luz de la mañana.
¡Hasta mañana!...