En Ábrego se cuentan con delicia los dichos y hechos de Ninito -diminutivo de Avelino- el hombre más perezoso del Potrero.
Cuarentón, hijo de madre viuda que lo adora, Ninito duerme todavía cuando ya hay caldo en las cocinas. A la una de la tarde la viejita lo mueve suavemente para despertarlo.
-Ya levántate, hijito -le dice con ternura-. Se te va a hacer tarde para tu siesta.
En cierta ocasión el padre Noel lo fue a buscar y lo encontró acostado.
-Mira nomás -lo reprendió-. Son las tres de la tarde, y tú no has salido de la cama.
-Cosa muy buena es esa, padrecito -respondió el haragán-. Ya va avanzado el día y a nadie le he hecho daño.
Tenía razón: a nadie le había hecho mal. Pero a nadie tampoco le había hecho bien. Y para justificar nuestro sitio en este mundo no es suficiente con no hacer el mal: debemos además hacer el bien. No nos salvamos por nuestras omisiones sino por nuestras acciones.
¡Hasta mañana!...