Han caído las hojas del manzano que está frente a la ventana por donde miro el huerto. Desnuda está la ramazón del árbol, sin hojas ya ni fruto. Parece una rasgadura en el gran lienzo azul del cielo.
Rememoro los días del verano, cuando era el árbol un cáliz de esmeralda recamado con brillos de manzanas de oro. Los ojos se llenaban con aquel verde rutilante y con el sol amarillo de los perfectos.
Pero hoy advierto que las ramas del árbol no me dejaban ver el cielo. En cambio ahora, perdidas ya las galas de los días pasados, el manzano me entrega un fruto más: la visión de este cielo que en primavera no se ve, pero que se aparece en el otoño con su sereno azul y su radiante claridad.
¡Hasta mañana!...