Sin quererla ni buscarla los mexicanos podríamos terminar con una versión local de Forrest Gump en la Presidencia del país. Roberto Madrazo no se ha caracterizado precisamente por tener una personalidad protagónica o un carisma arrebatador lo largo de su vida, pero desde su juventud se las ha ingeniado para estar invariablemente en el lugar adecuado y en las circunstancias correctas. Esa sola virtud podría alcanzarle para convertirse en presidente de México.
Hace diez años, Roberto Madrazo era el candidato del PRI a la gubernatura de Tabasco. Tenía 42 años y había pasado toda una vida en puestos intermedios del PRI, sin mayor protagonismo que haber sido hijo de su padre y un eficiente y discreto operador del partido. Nada en él recordaba las dotes de orador de Carlos Madrazo o sus banderas reformadoras. El joven Roberto, huérfano a los 16, había crecido arropado por poderosos padrinos (Hank González, mayormente) y con paciencia y disciplina a lo largo de 25 años había hecho los méritos para conseguir al fin una gubernatura en medio de los hombres fuertes tabasqueños.
En ese momento sobrevino el primer gran golpe de suerte para Madrazo. Ganó la elección en su estado con tales irregularidades que Ernesto Zedillo quiso anular los comicios. Zedillo acababa de tomar posesión y quería estrenarse ante el mundo como un presidente democrático, capaz de desconocer un triunfo irregular de su propio partido. A cambio le ofreció a Madrazo la secretaría de Educación en el flamante gabinete federal (enero 1995). El tabasqueño aceptó y regresó tan campante a darle las nuevas a los priistas, pero éstos se rebelaron. Hank González y otros santones del partido, hartos de aguantar las decisiones adversas al PRI de los presidentes tecnócratas, decidieron dar la batalla. Madrazo tomó posesión contra la voluntad presidencial y en los siguientes meses el priismo tabasqueño, apoyado por la vieja élite, afrontó el conflicto con Los Pinos. Seis meses después Zedillo decidió hacer las pases para concentrarse en otros frentes abiertos (la crisis del 95, por ejemplo). Madrazo se convirtió en un bastión del priismo tradicional y en el símbolo de la primera ocasión en que un presidente era incapaz de tumbar a un gobernador. El que estaba destinado a ser un gobernador más entre otros muchos, terminó convertido en un protagonista nacional.
Cinco años más tarde, cuando Zedillo se inclinó por Labastida para la candidatura presidencial, el priismo tradicional y Salinas decidieron confrontarlo con su propio candidato y éste no podía ser otro que Madrazo. Ese fue el segundo golpe de fortuna del tabasqueño. Su derrota ante Labastida y el probable triunfo de éste en los comicios presidenciales, parecían condenar a Madrazo a un sexenio en el exilio (de hecho, pasó en Miami la mayor parte de los meses posteriores a su descalabro). Sin embargo, la victoria de Fox provocó la debacle en el PRI de Zedillo, de Labastida y de todos los que lo habían vencido. El resentimiento de las bases priistas en contra de todos los que provocaron la pérdida de Los Pinos, hizo que Madrazo apareciera como el mejor representante del PRI de antes, del que no se dejaba derrotar.
El fracaso del Gobierno de Fox representó el tercer golpe de la fortuna a favor de Madrazo. Cuando arrancó el sexenio, Madrazo era el líder de un partido que parecía condenado a desaparecer. Muchos daban por muerto al PRI una vez que había perdido la Presidencia. Pero no contaban con la capacidad autodestructiva de Fox y la manera en que se las arregló para dilapidar su capital político. Ante la falta de oficio político del gabinete, los priistas se dieron cuenta que, después de todo, había vida después de la muerte. Poco tiempo después el partido tricolor estaba ganando una elección regional tras otra. Cinco años más tarde, contra todos los pronósticos, el PRI tiene una oportunidad real de regresar a Los Pinos si hemos de creer en las encuestas.
Si el tabasqueño consigue un cuarto golpe de suerte, tal posibilidad podría convertirse en realidad. Hace seis meses Madrazo se encontraba en tercer lugar, a casi 20 puntos de distancia de López Obrador, y tres o cuatro puntos por debajo de Santiago Creel. Hoy está en segundo lugar y la distancia con “El Peje” ha comenzado ha disminuir. Una vez más, como ha sido frecuente a lo largo de su vida, este repunte de Madrazo tiene que ver más con las circunstancias que con sus propios méritos.
La candidatura de Creel no despega. No encuentra la fórmula para convertirse en un candidato con arrastre entre los sectores mayoritarios. Por lo que respecta al PRD, es probable que “El Peje” siga perdiendo puntos, debido a dos motivos. Por un lado, los errores de él mismo y de los suyos (el desliz de Ebrard, los desaciertos en la puesta en marcha del Metrobús, las declaraciones desafortunadas sobre anuncios de inseguridad). Por otro, está arreciando la “cargada” en contra de López Obrador: desde “el machucón” que le propinó el Subcomandante Marcos, las amenazas de Cárdenas y, sobre todo, la creciente toma de posición en su contra por parte de algunos medios de comunicación (Televisa claramente desde hace algunas semanas). En conjunto son factores que han venido debilitado la posición de López Obrador luego de la burbuja que vivió al vencer el desafuero.
Mientras “El Peje” pierde posiciones y Creel no avanza, Madrazo continúa creciendo. Se concentra en nadar de muertito, en no cometer errores, y conseguir aliados tras bambalinas. Lo que parecía un sueño guajiro (y para muchos una pesadilla) comienza adquirir visos de realidad. Madrazo puede llegar a Los Pinos por el simple expediente de ponerse a contemplar la manera en que la opinión pública descalifica a Creel y sataniza a López Obrador. Un presidente Forrest Gump. ¿Escalofriante, no?
(jzepeda52@aol.com)