no tuve el gusto de conocer personalmente al Maestro Aguilar Bermea, como sí tuve el honor de tratar a Don José Santos Valdés, el ameritado educador lagunero que trascendió con su obra no sólo las fronteras de nuestra región sino del país. Pero supe de la estimación y reconocimiento que este último tuvo por el primero, lo cual dejó plasmado en algunos textos donde se hace referencia a las cualidades y virtudes de Teodoro Aguilar Bermea como un gran maestro entregado a la educación rural de nuestro país.
Hoy que la educación no se encuentra en su mejor momento y que la profesión docente sigue siendo cuestionada por la sociedad, resulta estimulante escribir sobre alguien que supo ser maestro en toda la extensión de la palabra, porque maestro verdadero es sólo aquel que logra “hacer escuela” y que sus discípulos estén dispuestos a valorar y seguir su ejemplo. Ello fue logrado por Aguilar Bermea en su corta pero fructífera vida, por lo cual sus alumnos y compañeros lo recuerdan a 36 años de su muerte y siguen homenajeándolo, buscando de diversas maneras perpetuar su memoria. Ahora han querido hacerlo poniendo su nombre a la Escuela Secundaria Técnica No. 75 de Gómez Palacio, Durango, mismo que fue develado en el frente de esa institución, Este doce de mayo, por su señora esposa la Profesora Luz Elena Ornelas Montana. Un emotivo programa siguió a la develación, con la asistencia de autoridades educativas y de manera destacada, de los ex alumnos y ex compañeros de Santa Teresa, Coahuila.
¿Qué es lo que hace que a un hombre se le recuerde el paso por los años? Desde luego, la importancia de su obra, el alcance de sus acciones, el impacto de su trabajo hacia los demás. Por ello, insisto, sin haber conocido personalmente al maestro Aguilar Bermea, he podido reconocer su valía a través de los entusiastas comentarios que en distintos momentos he escuchado a algunos de sus compañeros y alumnos, quienes sin ocultar la profunda admiración reconocen y agradecen la influencia del maestro, en quien siguen viendo un guía o ejemplo a seguir. ¿Por qué? La respuesta la dan quienes le conocieron, a través de testimonios verbales o escritos, de los cuales me interesa destacar ciertas cuestiones que adquieren una enorme relevancia en nuestros días.
Teodoro Aguilar Bermea fue un hombre que amó su trabajo y consideró a éste como supremo bien o valor. A tal grado le apasionaba su labor que no tenía horario pues este dependía de las exigencias derivadas de esa gran tarea que se echó a cuestas, la de educar a la juventud, según lo llegó a expresar en algún momento el maestro José Santos Valdés, quien lo reconoció además como un hombre amante de la libertad, de la justicia social y la dignidad humana, estando siempre con el pueblo, al lado de los pobres. Esto hoy en día casi no se ve. Los maestros o mejor dicho los profesores, nos hemos ido desclasando, no asumimos compromiso social con las comunidades con la gente y sus problemas. Nos hemos convertido en lo que alguien ha llamado “funcionarios pedagógicos”, encerrados en las cuatro paredes del aula, como meros dadores de clase. Aguilar Bermea ni practicó ni quiso esto para sus alumnos de las instituciones formadoras de docentes donde trabajó, como fue el caso de las ubicadas en San Marcos, Zacatecas; Ricardo Flores Magón, Chihuahua; Ayotzinapa, Guerrero; Cañada Honda, Aguascalientes; Tenería, Estado de México; Santa Teresa, Coahuila y El Quinto, Sonora, buscó siempre educar para la vida.
No dudo que esa orientación que Aguilar Bermea tuvo de luchador social surgiera de su formación humanista, de esa sensibilidad que siempre se le reconoció y que no fue obstáculo para que proyectara una recia e impactante personalidad, según lo describen sus alumnos. Tuvo también algo de lo que se carece actualmente en buena parte del magisterio: una amplia cultura general y una adecuada formación filosófica, producto de su experiencia escolar en las normales y sobre todo de su arraigado gusto por la lectura. Desde luego que tampoco culpo del todo a los maestros de hoy de la carencia señalada, sino más bien a los responsables de la Educación Normal en el país que han mutilado los planes y programas de estudios, afectando importantes aspectos formativos.
Finalmente, me ha motivado para sumarme a este homenaje, el reconocer en el maestro Teodoro Aguilar Bermea a un hombre que supo actuar de acuerdo con sus ideales, lo cual tampoco es común hoy en día y el que su esposa, valiosa compañera que le conoció muy de cerca, nos hable de él como lo que fue. Un hombre “recto en su forma de pensar y actuar, honrado en el sentido completo de la palabra, sencillo, sin dobleces...” Con todo lo expresado nos queda claro que, en la proximidad del Día del Maestro, conviene recordar que quienes ejercemos esta noble profesión tenemos ejemplos a seguir y el reto de reivindicar nuestra labor.