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Mar a dentro

Martha Chapa

Cuando llegan las vacaciones escolares hay gran revuelo en las familias; todo mundo empieza a especular sobre el destino turístico que seleccionarán.

Y con frecuencia -aunque abundan las alternativas para todos los gustos y presupuestos disponibles- la elección apunta hacia alguna de nuestras playas.

Sin embargo, ya está de pensarse si verdaderamente conviene ir al mar a pasar unos días bajo el sol y disfrutar de las bellezas naturales porque, por desgracia, muchas de las playas nacionales están extremadamente contaminadas.

Lo cierto es que durante años se nos ha venido ocultando la verdadera situación de la calidad del agua en las costas mexicanas, que a menudo se aleja de modo impresionante de los parámetros recomendados a escala internacional.

Tal situación no sólo revela una grave omisión de las autoridades, lo que de suyo es muy condenable pues está en juego la salud pública; además, pone en evidencia la falta de acciones adecuadas, coherentes, sistematizadas, para solucionar el problema.

Todo ello, sin contar los elevados costos que esta negligencia podría llegar a tener al ahuyentar al turismo internacional, con la consecuente perdida de divisas para el país, la paralización de la infraestructura turística, la disminución de empleos y, en fin, serias afectaciones a la economía nacional.

Hasta donde sabemos, la principal causa de contaminación son los sistemas de drenaje que arrojan materia fecal, con todo lo que esto supone en presencia de bacterias y otros microorganismos altamente dañinos.

Ante esta situación, el propio secretario federal de Medio Ambiente, José Luis Luege, a propósito del caso Acapulco, recomendó socarronamente, sin darse cuenta que estaban encendidas las grabadoras de los periodistas: “Ni vayan”, aunque después quiso justificarse echándole la culpa a los chilangos que van y tiran basura. Y, a propósito, ¿qué piensa y, sobre todo, qué hace al respecto el secretario de Turismo?

A todo esto se suma la chatarra de barcos que abunda en esos lugares, que no sólo afea y contamina con sus óxidos el litoral, sino que entorpece la funcionalidad de nuestros puertos.

También hay que hacer notar la incapacidad de las autoridades para mantener el equilibrio ecológico en algunas de esas zonas, pues el tráfico ilegal de huevos de tortuga no tiene fin. De paso, quiero comentar que se ha generado todo un escándalo en torno a una campaña publicitaria que tiene ribetes sexistas y degrada la imagen de la mujer. Por lo pronto, el Gobierno de Guerrero pidió que no se colocaran los polémicos anuncios. Eso está bien, pero lo realmente importante sería que también retiraran a contrabandistas y especuladores que afectan gravemente a las especies y a la ecología.

Es urgente, entonces, que las autoridades de todos lo órdenes de Gobierno y los directivos de la industria hotelera se pongan de acuerdo para emprender una verdadera batalla que incluya esencialmente la reordenación de los ductos de los drenajes, reciclamiento adecuado de la basura, edificación de plantas de tratamiento de aguas, campañas de educación social en las zonas turísticas y, desde luego, una estricta y permanente supervisión.

Como se ve, nuestros mares tienen innumerables problemas: más de los que se aprecian a simple vista desde las ciudades lejanas a las costas.

Debe actuarse, entonces, rápido y a fondo, pues de no ser así perderemos la gran oportunidad de apuntalar al turismo como una de las fuentes más importantes de ingresos para el país, sobre todo ahora que estamos tan necesitados gracias a las recurrentes crisis económicas. No se valen, ya, las ineptitudes, negligencias e irresponsabilidades. Si los que están ahora no pueden, ¡cambiémoslos ya!

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enlachapa@

prodigy.net.mx

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